Cadencias y silencios
Un paseo junto a ríos rumorosos, puentes medievales y vaquerías en las que aún tañe un viejo esquilón
, Algún día, alguien debería escribir un libro sobre la sierra para invidentes. En ese libro (redactado, previsiblemente, por un ciego) se evocaría no el oro del piorno que amarillea en verano sobre las cuestas de la Maliciosa, ni los crepúsculos de otoño y zafiro de la Pedriza, sino los sonidos y los silencios del Guadarrama. En ese libro, Canencia ocuparía media docena de páginas, como poco. Hay quien afirma que a Canencia le viene el nombre de la voz latina canescere (blanquear), por aquello de que este pueblecito, ubicado en un recoveco del valle del Lozoya a 1.141 metros de altura, se pasa buena parte del año cubierto de nieve. Pero hay quien defiende, con más poesía, que acaso le venga de Canente, la ninfa del Lacio que fue personificación mítica del canto. ¿No será Canencia, pues, Cadencia?, se preguntan estos sentimentales.
No será, desde luego, porque no se escuchen aquí sonidos que nada tienen que ver con el mundanal ruido: la cadencia del arroyo que rueda monte abajo desde las faldas de la Morcuera; la cadencia de los cencerros de las vacas que deambulan medrosas por la espesura del melojar; la cadencia misma de la plática del paisano que, encorvado bajo varios haces de alfalfa, pega la hebra con el primer forastero que topa con tal de tomarse un respiro: "Camino de Lozoya voy", le cuenta, "para dar de desayunar a los caballos, que, con todo lo que nevó anoche, se estarán comiendo las uñas".
Camino de Lozoya va también el excursionista por la calle del Matadero, y lo primero con que se topa a la salida del pueblo, amén del ganadero hablador, es con un puente medieval. Tendido hará cinco siglos sobre el arroyo de Canencia, entre orillas situadas a distinto nivel, es hermosamente asimétrico y con rasantes en lomo de asno, tiene dos arcos de rosca de diverso tamaño y nombre -¡ya es casualidad!- la mar de cadencioso: puente del Canto.
Pasado el puente, el camino -o la cañada, pues aquí vienen a ser lo mismo- acompaña al arroyo aguas abajo durante un corto trecho, brindando al paseante una vista completa de Canencia y su circunstancia: en primer plano, el cauce flanqueado por una densa sauceda; más allá, una dehesa de fresnos; detrás, el caserío dominado por la iglesia gótica de la Virgen del Castillo; y, al fondo, la cumbre nada azarosa de Peña Gorda. Las lindes amuralladas de vaquerías y pastizales delimitan las márgenes del camino, que se presenta franco -salvo por una cancela, que el excursionista se cuidará de cerrar a su paso, para que el ganado no se marche a Sabadell- y fácil de seguir, siempre hacia el norte. E incluso cuando ambos muretes se pierdan de vista y la pista se desdibuje, bastará continuar por la trocha en que ésta se transforma para enlazar, a través de otra cancela, con el viejo camino de Garganta de los Montes a Lozoya. Las roderas labradas por infinitos carros sobre el duro gneis delatan su uso centenario.
Un estruendo como de manada en estampida anuncia al excursionista la proximidad del río Lozoya, que a estas alturas del valle baja bravo y encajonado cual toro de lidia.
Rodeando por la derecha las instalaciones del Canal de Isabel II, el caminante no tardará en asomarse a la vasta lámina de agua pura sobre la que se espejan los montes Carpetanos, desde Peñalara hasta el Nevero. Camino de Lozoya, que por fin se divisa allende las aguas, el excursionista se detiene en estas orillas peladas, sin ondas, como de un océano primitivo y glacial, para contemplar las zambullidas de un lejano somormujo. La paz es tal que se oyen los latidos del corazón. Ésta es, sin duda, la cadencia del silencio.
Sólo bus
Dónde. Canencia se halla a 83 kilómetros de la capital. El camino más rápido es seguir la carretera de Burgos (A-1) hasta el kilómetro 68, tomar la salida hacia Rascafría (M-604) y luego el desvío a mano izquierda a Canencia (M-629). Para no andar pendientes del coche, hay autobuses de Continental Auto (teléfono 533 04 00), con salida de la plaza de Castilla a las 8.00 -sábados y domingos- y regreso a las 20.30 y 17.30, respectivamente.Cuándo . El itinerario Canencia-Lozoya-Canencia, de unos veinte kilómetros, puede suponer cinco horas de caminata (seis o siete, con paradas), por lo que conviene echarse a andar temprano, sobre todo en invierno. Cabe acortar la ruta llegando sólo hasta el puente del Congosto o el embalse de Pinilla, o bien efectuar nada más el tramo de ida y regresar en autobús. Al discurrir por el fondo del valle, es buen plan incluso para días revueltos.
Quién. El Ayuntamiento de Canencia atiende en el teléfono 868 75 12. Para visitar la iglesia, consultar horarios de misa en el 868 73 09.
Cuánto. El autobús, único gasto de la jornada, cuesta 655 pesetas.
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