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Madrid sigue castizo

Madrid es la ciudad española con más inmigrantes extranjeros, pero los datos demuestran que sigue a años luz de otras capitales del mundo. Por supuesto lejos de Los Ángeles (el 64% de su población pertenece a minorías étnicas), pero también de Berlín (12%) o París (16%).Con un 3%, Madrid supera a Roma (2,5%) pero evidentemente los madrileños constituyen una población muy homogénea étnicamente: de los tres millones de habitantes, 50.000 provienen de otros países europeos, 30.000 de Iberoamérica, y 12.000 del Magreb, mayoritariamente de Marruecos. Chinos, africanos negros, filipinos son minorías poco significativas.

Por tanto, los orates de cafetería o de taberna que gritan a todas horas a cuantos quieran escucharles que la capital sufre ahora mismo una invasión de extranjeros -sobre todo no blancos- no tienen razón alguna. Lo mismo sucede con la idea xenófoba de que esos extranjeros quitan los trabajos a los españoles: tal como sucede en Londres o París, en España esos inmigrantes ocupan puestos laborales no deseados por los nacionales. Otra cosa es que la absoluta evidencia de tal hecho convenza al xenófobo impenitente.

Lejos de Babel

Aún es pronto para la mezcla étnica en Madrid. Basta con un viaje en metro -el transporte más rico en ciudadanos de otras latitudes- para comprobar la distancia a que Madrid queda de la Babel que son los suburbanos de las grandes ciudades europeas o incluso lascalles lisboetas.En las guarderías y colegios madrileños si es normal la presencia de niños de origen no español, incluso no blancos. Pero son todavía excepción las parejas étnicamente mixtas, y mucho más las familias.

En lo cultural las minorías étnicas en Madrid o en España no poseen aún los medios para un mantenimiento constante de actividades. Se ha incrementado, sobre todo en verano, la programación de artistas africanos o magrebíes, y los ritmos caribeños tienen una cierta carta de naturaleza. Pero no existen centros culturales sólidos dedicados a las culturas del Sur, y da la impresión de quedar rato hasta que esas minorías puedan ofrecer en las calles de Madrid algo parecido al carnaval jamaícano de Notting Hill Gate o al dragón y petardos del Año Nuevo chino.

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