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Agur

Atiendo al viajero, y transcribiré parte de lo que cuenta porque creo, primero, en mi derecho de injerencia -ideológico, pacífico: se trata de mi derecho- en los asuntos internos de otro país y no, ni mucho menos, porque considere a Euskadi algo propio: su peripecia me resulta por completo indiferente. Otra cosa me pasa con la peripecia de algunos vascos, pero tampoco ya mi- conmoción más allá de la qué siento por los habitantes de Sarajevo o por los ocho nigerianos que ahorcaron hace muy poco. Cierto, Euskadi está siempre en primera página, pero ya sé que la muerte no es el método menos eficaz de encaramarse a ese lugar, aunque sí sea el más indecente. Y atiendo al viajero porque se suelen escuchar los relatos de quien viene de países remotos, y si hay algo remoto es Euskadi, extravagante país que exporta la especia de la muerte y un noble y cíclico hatillo de amenazados, viudas y disidentes. El viajero habla largamente, pero nos clava al sillón tres veces: cuando explica que hay un hombre encarcelado, pero que ya nadie lleva el llamado lazo azul -de calmada protesta por las calles: los aporreaban a modo. Cuando nos cuenta, en medio de una risa dramática, el pormenor del asesinato de dos policías, que llaman ertzainas: "Es el único país donde un fulano, ¡un solo fulano, joder!, se planta ante un policía, lo insulta, lo golpea y el policía, humillado y armado, recoge y se va. ¡Puro, far west! la Ertzaintza es el sheriff viejo y cojo y Jarrai los hijos matones del cuatrero principal". Pero después de que nos explique que un tal Arzalluz, de quien cuenta infinitas, anécdotas antropológicas, reúne la confianza mayoritaria, viene lo peor: "Allí todo es falso: falsos los presupuestos, el idioma, la historia, falsa la pedagogía, falsos los diarios. ETA es la condición para que todo se presente como real. De hecho, es lo único real".El viajero dice, muy en la noche y muy al final, que era vasco.

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