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Los serbios de Sarajevo votan en masa contra la sumisión al Gobierno bosnio

Ramón Lobo

"¿Está de acuerdo con que los barrios serbios de Sarajevo pasen a ser parte de Bosnia-Herzegovina y queden bajo su autorIdad?". Esta era la pregunta del referéndum celebrado ayer en los distritos serbios de Sarajevo, en el que más de 75.000 personas, según las autoridades serbias, tenían derecho a voto. Aunque los resultados finales sólo se conocerán hoy, la respuesta masiva ha sido no. Más del 90% de los electores se pronunciaron contra las previsiones de los acuerdos de Dayton, según la agencia de noticias serbobosnia SRNA.El Gobierno bosnio a través de su primer ministro Haris Silajtzic ha calificado el referéndum de "propaganda rnasiva", ya que en él no pueden votar los musulmanes que fueron expulsados de estos barrios.

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En el número 20 de la calle Zagrebska se vota en fila prieta, abigarrada. Afuera nieva y repica un aire gélido. Al final de un corredor verde roído por las goteras, en una diminuta sala adornada con un retrato rejuvenecido de Radovan Karadzic y una bandera serbia enmarcada por flecos dorados, un grupo de hombres y mujeres aguarda su turno. En la mesa reina una urna de cartón. Cerca de la ventana, frente a la mesa, una cabina pugna débilmente por guardar sus secretos.

Un hombre envuelto en una bufanda gris y con cara de mando vigila de reojo. "Hay personas que se equivocan al votar y creen que el sí es a favor de Gbravica", asegura Sonja, una interventora que deshace rauda el entuerto. Tras comprobar la identidad del votante en unas listas en copia de papel carbón, Sonja devuelve el carné rojo con la papeleta verde en su interior.

Cerca de una pintada que proclama Smrt muslimanima (muerte a los musulmanes) Luca, un militar en traje de campaña y revólver al cinto, confiesa: "El resultado del referéndum da igual. Hemos perdido esta guerra, pero no con las armas". Bajo un árbol cuyas ramas apenas sostienen el peso de la nieve insiste en la misma idea: "Hemos perdido la guerra de la propaganda".

Dragana, una joven de 20 años, que ha votado no, dice pesimista "que ya nada sirve". Es nuestra última oportunidad de decir no". Branca, una mujer de 42 años, no tiene duda sobre su futuro: "Nos iremos de aquí. Deseo vivir. No me voy a dejar asesinar".

En el colegio electoral número 2 de Gbravica la cola invade la calle. Cabizbajos, silenciosos, los abrigados serbios aguantan pacientes la nevada. Este centro de votación es una diminuta habitación de lo que fue un complejo comercial, hoy cubierto con grandes láminas de madera. Hay una mesa, una urna y un retrato de Karadzic. Diez velas hundidas en una caja de arena sirven de iluminación. Aquí también todo el mundo dice que ha votado no. Algunos, como un anciano de barba blanca que se niega a decir su nombre, lo han hecho vanas veces.

Otro votante, Zeljka, de 18 años, ya no alberga dudas: "Nos iremos, seguro, pero antes quemaremos nuestras casas. Ahora no es posible la convivencia. Quizá mis hijos puedan. Yo no. He sufrido demasiado".

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