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Pepe Habichueda enseña la guitarra que suena, que canta y que baila

El tocaor actúa mañana en Madrid

Pepe Habichuela acaba de dar 10 conciertos en Castilla-La Mancha y uno en París. Hombre agradecido como es -"Soy un gitano formal", dice cuando llega cinco minutos tarde a la entrevista-, no olvida subrayar el respeto encontrado en sitios tan dispares. "En París fue un bombazo, tocamos a las tres de la tarde y estaba a reventar. Gente de mucha educación. Luego nos gastamos cuatro mil duros en cerveza. Y en La Mancha fue igual de bonito, todos callados y muchos aplausos". Mañana llega a Madrid la gira invernal y el toque caliente de este guitarrista granadino de 50 años, conspicuo miembro de la estirpe flamenca con más éxito de la música española.

Son días de vértigo y entusiasmo para la familia Carmona-Habichuela. Ketama ha vendido ya 200.000 copias de su disco en directo; Amaya ha estrenado película; el homenaje al patriarca, Juan, que se había torcido, ha sido fijado ya para febrero... Por ir bien, funciona hasta el Atleti, el equipo de todos -salvo de Juan-. En medio del torbellino, tranquilo y relajado, anda Pepe Habichuela, 30 años de profesión a la espalda, ojos pícaros, mano rápida en las cuerdas y en el ring de la vida, un saco de anécdotas en la memoria y un kilo de retranca para contarlas."He hecho ya de todo, o casi de todo. Toque puro pá acompañar; fusión con Don Cherry, Miguel Ríos o Mark Rohan; barbaridades: flamenco sinfónico con Morente... Y luego, en un momento dado, me dio el volunto y me puse a hacer un disco como solista".

Pepe ha corrido su carrera de tocaor entre la discreción obligada a la grandeza de la figura de su hermano y la luz intensa de su propio toque, tan rítmico y verdadero como el de Juan, e igualmente empapado de la técnica conocida ya como rasgueo Habichuela -"seguramente el mayor patrimonio de la familia", según el fiamencólogo Juan Verdú-.

A Mandeli (1983) supuso la temprana entrada de Habichuela en la hoy muy actual moda de los solos: "Han salido muchos jóvenes que se comen la guitarra. Se ha puesto el negocio difícil, pero yo he intentado adaptarme, y ya tengo listo un disco nuevo, que va a producir mi hijo Josemi".

Pepe debutó con 20 años en Torres Bermejas, tablao madrileño donde codeó lo aprendido en su adolescencia del Sacromonte con los monstruos de los años 60. "De niño empecé a oir a Chispita, un guitarrista con el pulgar y el corazón muy grandes. Mi padre también me ayudó. Enseguida supe que lo mío era la guitarra, porque bailo muy mal, esparramao, y canto folleteao, horrorosamente. Así que me puse a oír y a aprender, y en el 63 Juan me llamó para sustituirle. Allí estaban Fosforito, Caracol, El Beni, y yo alucinaba porque había visto de pequeño a Caracol y de repente estaba allí a su lado".

Pronto, casi siempre junto a Juan, llegaron las primeras grabaciones, las giras, los contratos, algunos atípicos. Una vez, cuenta Verdú, Pepe y Morente actuaron en Fernán Núñez (Córdoba) a cambio de un saco de garbanzos de pico. Él se identifica sobre todo con Morente: "Con Enrique se trabaja muy en serio, él canta cantes que ya nadie hace, la cabal, la toná... La juventud debe aprender esos cantes, si te pones a tocar por siguiriyas en el Candela [el bar de la juerga flamenca en Madrid] nadie te atiende, todos se van a mear. Y hay que aprender a escuchar, es un arte muy difícil. Tocar... basta con tocar una rafaguita".

Junto a Pepe Habichuela, en el Centro Cultural de la Villa, estarán mañana: su hijo Josemi, su sobrino Pepe Luis -al cante-, unos quince o veinte parientes más, "alguna sorpresilla", y su compadre Diego Amaya, sombra corinto de verbo encendido: "Su guitarra no sólo suena, que suena y muy bien. Su guitarra canta, y cuando quiere, baila".

¿Y eso, cómo es? "Pues es difícil explicarlo", dice Pepe, "pero se refiere a que juego con el ritmo, a que rajeo mucho, a que hago un toque de verdad con matices diferentes, un taconeo, un bailecito... Y eso es la belleza".

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