Toreo auténtico de Gutiérrez y Ponce

Jorge Gutiérrez y Enrique Ponce crearon arte demostrando autenticidad en su toreo. El segundo de la tarde salió con agresividad y Gutiérrez le cuajó una faena bien pensada y estructurada. Con dominio hizo su labor citando a la distancia adecuada, motivando así al adversario a que su buen tranco fuera de menos a más y terminara entregándose. Su toreo tuvo ritmo en su temple y hondura en su trazo. Por la defectuosa colocación del acero parte del público le protestó el segundo trofeo. La res fue aplaudida en el arrastre. El cuarto salió avanto, soso y acabó manso. El espada de Tula dio una lección de técnica persiguiendo por todo el ruedo al animal y reposadamente lo metió en la sarga por ambos lados.Enrique Ponce dio una cátedra al bregar y lidiar al incierto y medroso tercero y el burel, por su buena casta, terminó con movilidad y fijeza. En el trasteo hubo la maravilla de la conjunción del arte y de la bravura. Por la creatividad y sentimiento con que el valenciano bordó el toreo, surgió la locura en los tendidos. Con gusto y delicada cadencia enhebró los pases en redondo que fueron rematados con emotivas y diversas suertes. Sobresalió una dosantina (muletazo de vuelta entera iniciado por la espaldas), que le fue ovacionado por los 35.000 espectadores al ligarlo con un cambio de mano, en el que obligó a que el noble cornúpeta girara alrededor de su cintura en un círculo completo. Truncó su faena por pinchar y aunque hubo insistente petición de apéndice el juez de plaza lo negó. En este toro el peón Carmelo Sánchez resbaló al salir de un par de banderillas y recibió un puntazo en el escroto.

Al violento y peligroso quinto, el coletudo de Chivas lo lanceó con plasticidad al llevarlo al caballo. En el último tercio se la jugó al obligar al bicho a someterse a los vuelos de su muleta en magistrales series de redondos.

Con mucho empeño y valor se vio Miguel Lahoz con el huidizo burel de su confirmación pues éste salió con todos los vicios de un manso perdido. En el que cerró plaza el joven matador de Aguascalientes luchó contra el viento y los tomillazos que el descastado le tiraba. Dentro de la mala calidad del irregular encierro, a Lahoz le tocó el lote más difícil.