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¿A quien se embarga en Cuba?

Emilio Lamo de Espinosa

"Quiero mandar a Fidel Castro un regalo de Navidad anticipado para que se lo entregue al pueblo de Cuba, un regalo llamado Ley de Libertad". Con esta impertinente desfachatez el senador ultraconservador Jesse Helms, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos, celebraba el refuerzo del embargo a Cuba. ¿A Cuba? Sin duda, no; a quien el embargo embarga, agobia y desespera no es a Cuba, y menos al régimen de Fidel Castro, sino a la población cubana. Yo también pertenezco a esa caterva de "intelectuales" que según otros intelectuales, fuimos a La Habana a reforzar a Castro. Jamás tuve esas veleidades y el socialismo real murió para mí con la revolución húngara de 1956. Pero si algo sabemos los españoles por experiencia propia es que la línea que separa la presión sobre los gobiernos de la presión sobre los pueblos es muy, pero que muy fina, pues cuando la ONU declaró el embargo contra España fue Franco quien supo instrumentalizar la medida en apoyo del régimen. Fueron "los años del hambre".En Cuba falta todo de todo. Por supuesto y para comenzar, libertad e información para saber qué falta. Granma, diario del régimen, es una hoja parroquial y los telediarios sólo cuentan las muchas desgracias que rodean a la saludable República de Cuba. Pero basta pasear por las calles de La Habana vieja para darse cuenta del grado de miseria y necesidad que padece una población que cobra en pesos, pero que tiene que pagar en dólares. La despenalizáción del dólar y la tímida privatización de algunas actividades de autoempleo han generado ya, una economía dual en la que el sector dolarizado devora rápidamente al no dolarizado, y condena a la miseria a la inmensa mayoría de la población. La bella, hermosísima, ciudad de La Habana se encuentra literalmente en ruinas. Más allá de la plaza de Armas y algún otro espacio turístico, el resto como asolado por un bombardeo tras el cual los supervivientes tratan de rehacer sus vidas en medio de las ruinas. El optimismo risueño y encantador de la población, que en gran medida ignora su propia condición (pero que conoce perfectamente a Roldán y Conde), es el mayor contraste con la miseria de su existencia. El llamado "periodo especial", que se abrió en 1990, nadie sabe cómo o cuándo se cerrará, pero la palabra transición (al menos, económica) no es tabú. No obstante, la élite política cubana, cincelada sobre mármol en años de lucha ininterrumpida, continúa alegando "los logros de la revolución": la sanidad y la educación. ¿Pero qué queda de esos logros cuando en los hospitales no hay gasas o esparadrapo y en las escuelas y universidades no hay libros que estudiar? Al igual que tras la caída del Muro, todos los esfuerzos e ilusiones, sacrificios y violen cias personales y colectivos que animaban el espíritu revolucionario cubano se han desvanecido y lo que queda detrás del espejismo milenarista son ciudades sucias y malolientes y una población que necesita todo, desde bolígrafos y jabón hasta herramientas, máquinas y, sobre todo, cultura, ciencia e in formación.

Por eso la exposición de libros españoles organizada por el Ministerio de Cultura, evidentemente obviando el bloqueo, fue un éxito de la libertad y la solidariad. Hace anos que no reciben libros y las librerías exhiben algún viejo manual del FCE junto con las obras completas de Marx-Lenin y textos actualísimos de Kim Il Sung. He visto a médicos repartirse un manual de medicina para copiarlo por partes. He visto niños devorando cuentos infantiles "en colores": jamás habían visto uno. El espectáculo de las masas de cubanos absorbiendo ansiosamente esa ventana de libertad que era la Feria del Libro Español en los altos del Capitolio era conmovedor. Y emocionante. Y el más claro desmentido a la eventual eficacia de un embargo. Los cubanos no necesitan el embargo. Helms no es sino la contrapartida de Castro. Uno y otro se necesitan. Y entre uno y otro refuerzan las necesidades de la población. España debe continuar presionando para levantar ese embargo.

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