Trágica rutina
UNA TRISTE rutina obliga nuevamente a reseñar hoy el Día Mundial del Sida, una celebración nacida con el problema y que lamentablemente parece que habrá de perpetuarse. A la continua alarma porqué la expansión de la enfermedad no se frena en España hay más de 120.000 portadores del virus y casi 32.000 pacientes se pueden añadir algunas reacciones de signo positivo siempre insuficientes. Una de ellas es la normativa del Ministerio de Sanidad que iguala las patologia provocadas por el virus con el resto de patologías crónicas.Este paso supone que la sanidad pública se hará cargo del coste principal hasta el 90% de los fármacos, muchos y caros, que necesitan estos enfermos para reaccionar a las, infecciones oportunistas que se padecen a la sombra del sida, desde la tuberculosis hasta la viriasis. Hay pacientes que necesitan hasta ocho medicamentos distintos cada día para dar la batalla a estas enfermedades asociadas y cuyo control influye mucho en la calidad de vida del paciente. Se trata de una medida que los enfermos venían reclamando desde 1987 y que garantiza que ningún paciente quedará sin tratamiento por razones económicas.
Con todo, la tragedia del sida sigue imparable., En el frente médico se avanza en combinados retrovirales que aumentan la supervivencia del enferino si éste detecta el problema precozmente, pero se sigue a la espera, larga, muy larga, de encontrar un remedio eficaz. Y las cifras van sumando víctimas. Las estadísticas son inapelables: en el mundo hay más de 15 millones de personas portadoras del virus y mas de un millon ya han desarrollado la enfermedad. En el ránking estadístico, España figura penosamente en los puestos de cabeza. Es el octavo país del mundo con mayor número (de casos de sida. Aunque la nula fiabifidad estadística de algunos países pobres puede engañar a la hora de fijar este triste liderazgo, lo cierto es que España presenta la mayor tasa de población infectada de toda Europa. Y dado que, por ahora, no hay salvación médica, la mejor manera de batallar contra el sida es hacerlo en el terreno de la prevención. De ahí la utilidad de jornadas como las de hoy.
En la lucha, social contra el sida se han incorporado cada vez más los propios enfermos, quienes al drama de su salud han tenido que añadir el sufrimiento por la estúpida reprobación y el rechazo que siguen vivos en muchos sectores de la sociedad. Unos enfermos a los que algunos les achacan ser culpables de su propia enfermedad. De ahí el papel central que juegan los mismos enfermos, con actos públicos, sin interiorizar ningún sentimiento de vergüenza, en la educación social sobre esta enfermedad. Los derechos y la dignidad de las personas infectadas no deben sufrir ningún menoscabo. Sin embargo, muchos portadores del virus se ven obligados a vivir su calvario en secreto para no añadir otro tipo de penalidades, por ejemplo en el terreno laboral, a las muchas que acarrea la propia enfermedad.
La sociedad tiene mucho que aprender todavía sobre el sida. Primero y muy importante, sobre las conductas, preventivas. El incremento de contagios en parejas heterosexuales está corrigiendo la imagen inicial sobre los grupos de riesgo. El preservativo, en los contactos sexuales episódicos y con personas poco conocidas, es necesario y esta recomendación no debe asociárse de ninguna manera a cualquier tipo de sermón moral sobre las prácticas sexuales. Pero la sociedad también debe aprender a convivir con el enfermo de sida. No. se trata de cobijar con actitudes samaritanas al apartado, porque no lo es. Se, trata de saber que es un enfermo, con determinadas características. Y tratarlos como tales enfermos. Hay todavía demasiados ciudadanos que los recluyen en lazaretos de hecho excluyéndolos del mundo laboral o convivencial.
El Día Mundial del Sida ha de servir para educar en la prevención de la enfermedad pero también para educar en la convivencia con ella. Y son los jóvenes quienes más necesidad tienen de esta educación porque ellos son las principales víctimas del sida, por encima de los accidentes de coche.
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