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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El otro lado del rio

LA CONFERENCIA Euromediterránea que se inicia mañana en Barcelona es el primer intento serio de la Unión Europea (UE) para construir una política global y coherente dirigida a nuestros vecinos de la orilla sur del Mediterráneo, hasta ahora el área más olvidada, si no menospreciada, de nuestro entorno. La desaparición del comunismo condujo a la rápida ampliación de la Unión y a la aceleración de la construcción europea en forma de un nuevo tratado, el de Maastricht, destinado a reforzar la cohesión de las instituciones y de las políticas de la Unión. Condujo también a desplegar todo tipo de ayudas y acuerdos con los países ex comunistas del Este con el horizonte de su incorporación a la UE para el final del milenio. Quedaron de lado los países del Sur.El objetivo del Mercado único de 1992, que coincidió con la ampliación de la UE, fue percibido desde el Sur como la elevación de los muros de una Europa fortaleza, en la que ha rebrotado la xenofobia y el racismo. La pobreza, la expansión del extremismo islamista, el terrorismo, la inestabilidad política, la violación de los derechos humanos, la presión demográfica, han ido pavimentando un camino que lleva a estos países hacia un abismo justo en las puertas de la Europa opulenta. La Unión ha tardado cinco años en reaccionar y en percibir que su futuro no está vinculado únicamente a la paz, la democracia y la prosperidad de sus vecinos del Este, sino al desarrollo y a la apertura hacia todo su entorno geopolítico.

El papel de la diplomacia española en esta toma de conciencia ha sido decisivo. Es justo reconocer en esta época tan negativa para la imagen de los políticos, que hay algunas cosas que se han hecho bien. Es cierto que España es el país mejor situado para encabezar la apertura hacia el flanco sur del Mediterráneo: está condenada a ser o la llave amistosa que abre las puertas y tiende los puentes o el guardián malcarado de este nuevo Río Grande que amenaza en convertirse el Mediterráneo, y de ahí que sean españolas las iniciativas, desde la del presidente del Gobierno, Felipe. González, que lanzó la idea de la Conferencia de Barcelona hace algo más de un año en Rabat, hasta la del presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, que ha organizado el Foro Cívico que acompañará a la reunión de los 15 Gobiernos de la Unión con los 12 del sur mediterráneo.

El primer paso imprescindible se produjo a principios del verano en la cumbre de Cannes, donde los Quince elevaron notablemente el programa de ayudas para el norte de Africa. Por cada 10 ecus de la UE destinados a los países del Este habrá siete para los del Sur. Subsiste la desigualdad, principalmente si se tiene en cuenta la diferencia de riqueza y de demografía (el doble de población en el Sur y una renta por habitante un 25% menor). Pero el paquete aprobado, casi un billón de pesetas entre ayudas y créditos, permite la puesta en marcha de políticas efectivas. Se ha roto, además, una inercia política. La Europa más septentrional se ha comprometido en la formalización de una política mediterránea, entendida como europea y no de interés exclusivo de los países ribereños de ese mar.

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La tarea que se abordará en Barcelona, en la conferencia y en los múltiples foros que reunirán a más de 4.000 representantes políticos, expertos, ONG, empresarios e intelectuales, es muy importante. La creacion de un sistema de cooperación política y de contacto permanente y el establecimiento, de un programa de trabajo y de inversiones serán suficientes para asegurar el éxito. Sería de desear, naturalmente, que hubiera avances más visibles, pero en buena medida no dependen de los organizadores. Si, por ejemplo, Siria e Israel consiguieran iniciar sus negociaciones de paz, la conferencia se apuntaría un tanto importante. Pero no debe depender de ello el resultado final.

La fijación de un objetivo claro, como es la extensión del Mercado único al norte de África, hasta crear una zona de libre comercio euromediterránea en el año 2010, con compromisos de todos los países con objetivos intermedios, basta para garantizar que la conferencia llegue a buen puerto. Pero tanto o más importante - que los acuerdos oficiales es la creación de un clima de cooperación entre las clases dirigentes, los empresarios y las instituciones que establezca como nueva frontera de los europeos el objetivo de un Mediterráneo organizado como zona de paz, estabilidad, prosperidad y democracia. De ello depende el futuro de 200 millones de vecinos nuestros, pero también el de todos los europeos.

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