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Irlanda mantiene la incógnita sobre el referéndum del divorcio hasta el final

Los resultados de la consulta no se conocerán hasta la tarde de hoy

Partidarios del sí y partidarios del no en el referéndum del divorcio que ayer se celebró en Irlanda vivieron con angustia las horas previas al cierre de los colegios electorales. Pero la incógnita de si Irlanda dejó de ser ayer el único país de Europa donde no se contempla el derecho al divorcio no se despejará hasta esta tarde, cuando el recuento de votos termine. Las últimas apreciaciones tras el cierre de los colegios (a las once de la noche, hora peninsular española de ayer) apuntaban a que el número de participantes alcanzaba el 60% de los 2,6 millones de irlandeses con derecho a voto.

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Marion Dermody no tuvo ningún problema para salir del St Patrick College donde da clases, y acercarse a mediodía a su colegio electoral. Representante de ese 13% que no. se ha manifestado en las encuestas, Marion parecía ayer liberada de un gran peso. "Estaba indecisa pero a última hora he votado que sí, porque creo que ha llegado el momento de que este país se mueva en el mismo sentido que el resto del mundo". Marion Dermody, profesora de 30 años de edad, depositó su preciado sí en el colegio electoral del Leeson Street, en pleno centro de Dublín. Los tres integrantes de la mesa electoral, -instalada en una escuela de los Hermanos Marianistas, por cierto-, tres hombres más que maduros, se aburrían soberanamente cuando hizo su entrada la joven profesora.Tres votantes a la hora no era exactamente el ritmo frenético que se había previsto. Entre 11.30 y 12.30 horas de la mañana depositó su voto la propia Marion, una anciana dama extremadamente reservada con la periodista y un profesor de psicología en los 50, Joe McDermontt, que respiraba optimismo por todos los poros de su cuerpo. "El no va a ganar. Estoy seguro. Y es lo que deseo. Los irlandeses hemos tenido la oportunidad de comprobar la catástrofe absoluta que ha traído el divorcio en toda Europa, en todo el mundo, y no queremos sumarnos a esa clase de modemidad".

Peculiaridades

En lo que a peculiaridades se refiere, Irlanda se lleva probablemente la palma. Junto a Alemania y Luxemburgo, es uno de los tres socios comunitarios que cumplen las condiciones del Tratado de Maastricht para incorporarse a la moneda única. Pero es también un país confesionalmente católico en el que la Iglesia mantiene casi intacta su influencia sobre los ciudadanos. Y la Iglesia católica ha dicho no al divorcio.

¿No ha sido acaso la influencia del clero la que ha hecho descender de un 62% a un 45% el apoyo al divorcio en este último referéndum? Ronan Mullen lo niega rotundamente. "Las razones para oponerse al divorcio están muy claras y son tanto económicas como morales. Creemos que daña más a la sociedad, de lo que la beneficia". Mullen, un administrativo de 25 años, es uno de los representantes más genuinos de la legión de jóvenes conservadores que ha trabajado en la campaña Anti-Divorcio.

"Nosotros no somos mediterráneos, ya sé que en los países del sur de Europa como Italia, España y Portugal el divorcio no ha mermado la fuerza de la familia, pero nosotros estamos en otras coordenadas" Mullen se mira sobre todo en el espejo de Irlanda del Norte donde el divorcio es libre desde 1979 y donde dice, "el índice de matrimonios rotos es de más del 20% mientras aquí apenas tenemos un 4% de rupturas".Lejos de la congestionada Lower Gardeners Street donde el grupo Anti-Divorcio tiene su cuartel general, Anne Lewis esperaba impaciente los primeros resultados provisionales. Lewis, en la treintena, fogueada en decenas de campanas progresistas, empezando por la del último referéndum del divorcio celebrado en 1986, no podía casi contener los nervios. Sentada ante el ordenador, en la sede provisional del Grupo de Acción pro Divorcio, dice: "Los resultados van a ser muy ajustados. Pero en realidad lo único que se vota es el derecho de la gente a volverse a casar, porque desde 1989, tenemos una ley de Separación Judicial muy completa que prevé todas las cuestiones referentes a las rupturas matrimoniales". El referéndum es, pues, el último paso. "Un paso natural, porque la experiencia demuestra que no es la ley del divorcio la que contribuye a romper familias, sino otros factores, como por ejemplo casarse demasiado jóvenes", insiste Lewis.

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