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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Esperanza en Argelia

LIAMÍN ZERUAL ha obtenido, según los resultados oficiales, el 61% de los votos en las elecciones piresidenciales argelinas del jueves. Este general retirado tiene la oportunidad ahora de demostrar la veracidad de uno de sus principales argumentos en su campaña: que él no es el representante del Ejército en la jefatura del Estado. Obtenida la legitimidad formal que buscaba, Zerual debería tener las manos libres para hacer su propia política y probar que ésta no se limita a la defensa de los intereses corporativos de los uniformados. Las elecciones se han desarrollado en circunstancias que, como mínimo, cabe calificar de extrañas. Los electores votaron en régimen de estado de guerra, con miles de soldados ocupando las calles y custodiando los colegios electorales. Una de las pocas fuerzas de oposición que habían aceptado participar en los comicios, los islamistas moderados de Hamás, cuyo candidato llegó en segunda posición con el 25% de los votos, denunció la existencia de "numerosas irregularidades" y calificó la jornada electoral de "un escándalo que sobrepasa todo lo imaginable".La participación oficial ha sido muy alta (el 75%), superior a la de las elecciones legislativas de diciembre de 1991, que dieron el triunfo al Frente Islámico de Salvación (FIS) y fueron anuladas por el Ejército. Es posible que sea cierta. Los argelinos emigrados a países europeos necesitaban el sello en sus libretas electorales. para regresar a la patria; los que viven en el país magrebí debían escoger entre dos males: la presencia física de autoridades que les exhortaban a votar y la amenaza de los radicales del GIA que exigían la abstención.

La ceremonia electoral contiene, sin embargo, algunos elementos positivos que podrían hacer secundarios sus vicios. El balón está ahora a los pies de Zerual, y si el presidente sabe jugarlo en la dirección esbozada por él mismo y reclamada por la mayoría, una débil esperanza podría brillar en el oscuro cielo de Argelia. Zerual ha recibido el mandato de hacer la paz. Si quiere abordar esa tarea con valentía, puede esgrimir su legitimidad formal frente a la nomenklatura partidaria de la violencia contra la insurrección islamista. No sería la primera vez que un hombre surgido de un régimen autoritario utiliza una consulta popular boicoteada por la oposición para desmantelar el régimen.

Pero Zerual tiene que abandonar la ambigüedad y demostrar que, como él ha venido sugiriendo y sus colaboradores personales han proclamando, es un hombre de diálogo y reconciliación. Su primer gran reto consiste en tender puentes en dirección a una oposición que en su mayoría rechazó la celebración de estos comicios o que, habiendo participado, como Hamás, los denuncia ahora. Si el presidente y su equipo lograran moderar la extraordinaria susceptibilidad que ante los consejos foráneos han tenido los dirigentes argelinos desde los tiempos del FLN, debieran prestar atención a lo que se les dice desde países como Francia y España, directamente implicados por razones de vecindad en el conflicto argelino.

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Ahora lo razonable es la celebración, lo antes posible, de elecciones municipales y legislativas libres y multipartidistas. Es algo que el propio Zerual dio a entender en su campaña. Llámesele ruptura negociada o reforma consensuada, Argelia necesita urgentemente salir del callejón sin salida.

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