Qué asco
Me cuentan que el último grito en telefonía inalámbrica es un móvil que, en lugar de sonar, vibra. Si lo guardas en el bolsillo del pantalón, te hace cosquillas en la ingle cuando llaman. Así, si estás en una comida de negocios, en vez de dar la nota públicamente, pides disculpas, vas al servicio, y una vez junto a la letrina sacas el móvil por el bolsillo o por la bragueta, lo que más te guste, evacuas la conversación, te lavas las manos bien lavadas y vuelves a la mesa.Ya era hora de que alguien se diera cuenta del componente escatológico de la telefonía móvil y le pusiera remedio. Con los cajeros automáticos, al principio, también tuvimos que soportar lo nuestro. Ibas por la calle y de repente veías a un individuo haciendo gestos huidizos frente a una raja abierta en la pared. Lo malo es que de esa raja salía mierda, con perdón. No lo digo yo: lo decía Freud y lo demuestra Javier de la Rosa: entre el dinero y la caca existen tales vínculos que casi son la misma cosa, así que da pudor manosearla en medio de la acera. Los bancos se dieron cuenta enseguida de este trastorno intestinal y habilitaron esas cabinas de ahora que dan al usuario el grado de intimidad indispensable para realizar el acto.
Yo había dejado de ir a los restaurantes porque me daba náuseas ver cómo la gente se sacaba el móvil y hacía cochinadas con él delante de la comida, mientras los comensales intentaban mirar hacia otro lado. La solución vibratoria es definitiva, y muy excitante, sobre todo si a uno le han dejado de vibrar otras cosas. Ahora sólo falta que arreglen lo de las licuadoras, porque lo que es una vergüenza es ver, como he visto yo, en casas de personas refinadas y cultas, un trasto excretor que arroja los líquidos por un pitorro de delante los sólidos por un agujero de detrás. Y lo tienen en la cocina. Qué asco.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
![Juan José Millás](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fea967556-8767-4b47-8dfb-f1cf582d4f9c.png?auth=af40f9fdaff853e65f3aa200f24bbe5d955c1b6f78bf691891df8a017b17b3f1&width=100&height=100&smart=true)