_
_
_
_
_
Reportaje:

La hora de España se paró hace 20 años en El Aaiún

Una minúscula comunidad española permanece todavía en silencio en la antigua capital del Sáhara Occidental

El Aaiún se encuentra oficialmente a 20 años de distancia del corazón de España. Ése es el tiempo que ha transcurrido desde que sonaron por última vez en la capital del antiguo Sáhara español las campanas de la catedral de San Francisco, mientras un Ejército se retiraba, y otro, compuesto por 350.000 civiles, se concentraba no muy lejos de Tarfaya dispuesto a cruzar la raya y a ocupar simbólicamente el territorio en nombre del rey de Marruecos. El vacío dejado por España se palpa en las calles de las ciudades del Sáhara y sobre todo en El Aaiún, donde sobrevive en absoluto silencio una minúscula comunidad hispana formada por poco menos de treinta personas.Pero, en realidad, España no está tan lejos. Lo afirman con vehemencia los ancianos saharauis de una ciudad invadida por millares de inmigrantes venidos del norte -por cada saharaui hay ya 10 marroquíes- mientras bucean en las cajas y arcones buscando los documentos que demuestren su vinculación con España. Alguno, como Mohamed, ha en contrado junto a su descolorido documento nacional de identidad la medalla de plata de la Orden de África, que le fue concedida el 18 de julio de 1956 por el general Francisco Franco en reconocimiento a su "rendimiento, en el trabajo"

Más información
Los 'cachorros' de Hassan II volvieron a casa

Nosotros hemos abierto nuestros ojos en España. Nuestra madre fue España, pero nos ha abandonado. Nos hemos quedado en estas tierras y ahora somos marroquíes", asegura en un castellano oxidado este viejo saharaui, ex responsable del departamento de transportes de la empresa Fos Bucraa, mientras el té de menta humea en un fogón de carbón en medio del salón de su casa, en el barrio del Cementerio.

Alí utiliza el mismo entusiasmo que Mohamed para hablar de España. Para ese otro saharaui, funcionario de Correos, es inevitable hacer referencia a la figura de Francisco Franco al recordar a la antigua metrópoli. "Franco fue nuestro padre". Así rezaba el mensaje de pésame que él y otros 25 saharauis enviaron a Carmen Polo el 20 de noviembre de 1975, a pesar de que hacía ya seis días que habían pasado a depender administrativamente del Gobierno de Rabat.

Un franquista en la Meca

"Fui franquista y falangista. No me da vergüenza reconocerlo. Franco cuidó de nosotros, incluso nos pagó la peregrinación a la Meca de 225 musulmanes del Sáhara, en octubre de 1974, en un DC-9, de la compañía lberia. Viajamos hasta Arabia Saudí con la bandera de España y de Franco", recuerda desde el fondo de un sofá este ex funcionario de la Administración marroquí, que con resignación y fatalismo dice aceptar "cualquier poder y mando".No sólo los viejos saharauis recuerdan a España. Lo hacen también, los más jóvenes, como Sidi, de 32 años, funcionario del Gobierno Civil, traductor jurídico de la Casa de España, profesor de castellano en una academia privada y fundador de la publicación mensual La Voz del Sur. Hijo y nieto de artesanos y orfebres, estudió Filología Hispánica y Derecho en la Universidad de Rabat, sin olvidar nunca sus vínculos culturales con la antigua metrópoli.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

"España no hace nada por nosotros. Nos tiene olvidados. Luchamos para mantener viva la lengua y la cultura, pero nos faltan medios. Y voluntad política de la Administración marroquí, que desde 1975 ha ido impartiendo todo tipo de trabas a la enseñanza del español", se lamenta Sidi en la redacción de su periódico, en el barrio de Colominas. Muy cerca está el antiguo colegio de La Paz, el último centro de enseñanza español de El Aaiún, abierto aún para una veintena de alumnos extranjeros que se amontonan en una única aula.

El arma de Sidi es un viejo manual titulado Amiguitos. Se lo proporcionó recientemente un profesor español. El libro se abre de puro viejo y, como un fantasma, aparece el retrato de Franco, bajo el cual se puede leer en letra redondilla la biografía del "Caudillo de España, que nació en El Ferrol"' y que "en Marruecos tomó parte en numerosas batallas y, como es muy valiente y sabe mandar a soldados mejor que nadie, a los 33 años ya era general". Es como si España se hubiera detenido en El Aaiún hace 20 años.

Donde no llegan los recuerdos, ni la cultura, se alzan los viejos edificios. Construidos durante los últimos 40 años de colonización, constituyen un abultado patrimonio urbanístico del que cuida el depositario de los bienes de España, Enrique Quintana. Hay un total de 112 propiedades españolas en el Sáhara Occidental, que se concentran en El Aaiún y la antigua Villa Cisneros.

El patrimonio inmobiliario del Estado español en el Sáhara lo componen un total de 72 viviendas -40 en El Aaiún, 20 en Villa Cisneros, 11 en Güera y 1 en Smara- cedidas a particulares en régimen de alquiler, a las que hay que sumar unas tres decenas de edificios públicos, la mayoría de los cuales se encuentran en la antigua capital y fueron ocupa dos por la fuerza por el Ejército o la Administración marroquí. La lista es variopinta. Junto al viejo Hospital Civil, hoy desaparecido bajo la piqueta, se encuentran la residencia del gobernador, la del secretario general, el Centro Cultural del Ejército, la capilla católica castrense, el Centro de Lucha Canaria, la sede de la Sección Femenina o el cementerio católico.

En medio de este dédalo de edificios emerge la vieja catedral de San Francisco; último refugio de la comunidad católica del Sáhara, integrada por medio cente nar de fieles de todas las nacionalidades y dirigida por dos sacerdotes españoles de la orden de los Padres Oblatos. Los dos curas son la cabeza más visible de la mi núscula comunidad española: dos o tres decenas de personas que vi ven a caballo entre el Sáhara y Las Palmas. Son los supervivientes de un naufragio histórico, de una prospera sociedad colonial que llegó a contar con 23.862 miembros en 1971 y que apenas agrupaba a 800 en la década de los ochenta. Hoy los españoles se pueden contar con los dedos: dos curas, tres funcionarios, tres empresarios agrícolas, dos mujeres casadas con nativos, un pescador y algunos empleados en las plantas de fosfatos.

Durante estos 20 años, ellos han aprendido a guardar silencio o, en el mejor de los casos, a hablar sin decir nada. Se han amoldado a las reglas de juego impuestas por el desaparecido y todopoderoso gobernador Salah Zemrag, quien desde 1982 hasta 1993. controló con firmeza, el antiguo Sáhara español. El silencio y el hermetismo de la comunidad española sigue siendo el mismo, a pesar de que las cosas han empezado a cambiar en la zona, sobre todo con la llegada de un nuevo gobernador, Hassan Ochen, nacido en Nador y formado en las universidades andaluzas. Da la sensación de que con su nombramiento alguien ha entreabierto la puerta del Sáhara a España.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_