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Clinton mide su popularidad en las elecciones estatales y locales de ayer

Antonio Caño

Nada más regresar del rápido viaje a Israel para asistir a los funerales por Isaac Rabin, que concluyó con una inesperada conversación telefónica con el dirigente palestino Yasir Arafat, el presidente Bill Clinton tuvo ayer oportunidad de medir su popularidad en Estados Unidos en varias elecciones estatales y locales que deberían reflejar el estado de la opinión pública frente a la situación política norteamericana.

Estas elecciones, a un año de laspróximas presidenciales, pueden confirmar, si los sondeos previos no se equivocan demasiado, algunas previsiones:- Que el Partido Republicano mantiene su crecimiento, aunque mucho más lentamente, castigado por la dureza de los recortes presupuestarios propuestos. - Que continúa la caída del Partido Demócrata, aun que ligeramente atenuada por el protagonismo de Clinton y, sobre todo, por el radicalismo de algunas de las iniciativas de los propios republicanos.

- Que se va consolidando el espacio para un tercer partido, llámese Ross Perot o llamase Colin Powell, lo que podría acosejar a éste último olvidarse de buscar la denominación republicana y apostar por una candidatura independiente.

Estas elecciones, en las que se eligen asambleas regionales en tres Estados y alcaldes en varias ciudades, coinciden con un intenso debate en el Congreso en relación con el próximo presupuesto federal. Los republicanos han presentado una propuesta en la Cámara de Representantes y otra en el Senado que han sido considera das por la Casa Blanca muy radicales en el corte de los programas sociales. El presidente Clinton ha prometido vetar ambas, aún a riesgo de que eso implique que el Gobierno, se quede pronto sin recursos para hacer frente a sus pagos.

En ese contexto, los dirigentes republicanos han presentado las elecciones de ayer, de las que anoche aún no había resultados, como un referéndum para saber si la población prefiere la propuesta republicana o la postura de la Casa Blanca. Una victoria de la rotundidad de la que el partido conservador obtuvo en las elecciones parlamentarias de hace un año, daría nuevos bríos al líder republicano en la Cámara, Newt Gingrich, para defender su firme política contra el déficit público.

Estado de Virginia

No es fácil, sin embargo, que esa victoria sea tan contundente, al menos no es probable que lo sea en todas las circunscripciones. Donde el triunfo conservador podría tener la etiqueta de histórico es en el Estado de Virginia, no tanto por el número de votos, sino porque sería la primera vez desde el final de la guerra civil norteamericana que los republicanos se hiciesen con el control del Parlamento de un Estado de la vieja confederación. Su victoria allí, que las encuestas dan por segura, sería un golpe de efecto muy importante para respaldar el programa de la revolución conservadora. Los republicanos ya cuentan con el cargo del gobernador de ese Estado, que ganaron en el trascendental asalto de noviembre de 1994.Para los demócratas, el gran empujón hacia su resurrección puede producirse en las elecciones parla gobernador de Misisipí, donde el candidato republicano, el actual gobernador, Kirk Fordice, tenía una ventaja de más de 20 puntos hace un mes, y hasta ayer menos de cinco. Una victoria demócrata en Misisipí, que resultaría sorprendente, le abriría a Bill Clinton la posibilidad de recuperar todavía alguno de los Estados del sur de cara a 1996, objetivo que hoy por hoy parece imposible.

En Kentucky, donde también hay elecciones para gobernador, los candidatos de los dos partidos estaban virtualmente empatados. Lo curioso es que, para aspirar a ser el primer gobernador republicano de Kentucky en 24 años, Larry Forgy ha tenido que marcar claras diferencias con las posiciones de Newt Gingrich sobre seguridad social y otros programas estatales.

En las elecciones municipales de San Francisco, Filadelfia y Baltimore debería demostrarse que las grandes ciudades siguen siendo el último bastión de poder inexpugnable del Partido Demócrata.

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