Israel entierra con llanto a Isaac Rabin
Un millón de personas y más de 60 líderes mundiales asistieron al funeral del primer ministro
Israel en llanto enterró ayer a su líder en medio del acongojado tributo universal a una extraordinaria visión de paz que un asesino judío quiso destrozar a balazos. Mientras el cadáver de Isaac Rabin descendía a una fosa en el panteón de los héroes bajo la atónita mirada del mundo, el Silencio de Jerusalén resumió con misteriosa elocuencia la pregunta que estaba en boca de todos: "¿Por que?". No había explicaciones entre la acongojada multitud de un millón ole israelíes que se volcó a las calles de la ciudad para dar el adiós final a Rabin mientras el cortejo fúnebre hacía el trayecto hasta el cementerio del monte HerzI. Tampoco había una interpretación instantánea de la tragedia que se ha abatido sobre el Estado judío entre los numerosos discursos que se pronunciaron ante los más de 60 líderes mundiales congregados bajo viejos cipreses para despedir al soldado que decidió forjar la paz con los árabes.
Lo que había en los ojos de todos era una inconsolable tristeza bajo el sol otoñal que doraba las colinas de Jerusalén, donde Rabin nació hace 73 años. En las calles de Jerusalén, fuertemente custodiadas por más de 16.000 policías, se multiplicaron pancartas que daban el adiós al "mártir de la paz".La grandilocuencia de los discursos de presidentes y jefes de Estado no pudo competir, sin embargo, con la tierna sencillez de las entrecortadas palabras de la nieta de Isaac Rabin, Noa Ben Arti. Conteniendo las lágrimas, la joven pelirroja, de 17 años, le hablaba al muerto. "Abuelo, eres un héroe, lobo solitario. Fuiste tan maravilloso ( ... ) Gente más importante que yo te ha elogiado, pero ninguno de ellos conoció la calidez de tus caricias o aquella sonrisa a medias que lo decía todo, esa sonrisa que ya no existe. No hay sentimientos de venganza en mí porque el dolor ha ocupado todo mi espacio", dijo.
Rabin, que dirigió las más importantes victorias en las guerras .de Israel y que luego extendió la mano a sus enemigos de antaño para tratar de construir la paz en Oriente Próximo, fue sepultado con todos los honores militares no lejos de las tumbas de otros fundadores del Estado judío.
Fue una ceremonia cuyo dramatismo estuvo electrizado por el lamento de sirenas que durante dos minutos paralizaron el movimiento a lo largo y ancho de éste diminuto país, de cinco millones de habitantes, que han descubierto con horror el poder del extremismo judío en una sociedad altamente militarizada y profundamente dividida. Pero la escena que rendía mejor homenaje a los esfuerzos de Rabin estaba en la plataforma donde líderes árabes con expresión compungida. rendían tributo a su ex enemigo.
El presidente norteamericano, Bill Clinton, con una kipá (bonete) para ritos judíos, invitó a los asistentes a estudiar el panorama. "Mirad a los líderes de Oriente Próximo y del mundo entero que han venido a rendir homenaje a Isaac Rabin y a la paz", dijo Clinton. Su homólogo israelí, Ezer Weizman, elogió la decisión del asesinado primer ministro de abrir un capítulo de paz con los palestinos.
El primer ministro en funciones, Simón Peres, manifestó: "Hemos venido a rendirte homenaje por lo que eras, Isaac. Un soldado de élite que ganó batallas para su pueblo y un gran soñador que creó nuevas realidades para nuestra región ( ... ) Veo a nuestro pueblo con lágrimas en los ojos, pero todos sabemos que la bala que te mató jamás podrá matar la idea que iniciaste. No dejaste testamento, pero nos dejaste el camino por el cual Vamos a marchar con fe y decisión".
Peres también reveló que horas antes del asesinato a manos de Yigal Amir, el ultraderechista de 25 años que simpatiza con los movimientos de los colonos ultrarreligiosos de Gaza y Cisjordania, Rabin le había informado de que su vida corría peligro. "Pero sabíamos que no debíamos temer a la muerte y que no debíamos tener duda alguna frente a la paz", subrayó.
Ataúd de pino
Leah Rabin, la viuda del líder asesinado ocultaba su dolor y lágrimas detrás de unas grandes gafas negras. Sólo sonrió una vez, cuando Clinton, en ese característico tono anecdótico de los norteamericanos, recordó que Rabin aborrecía las corbatas. El cadáver fue extraído del ataúd de pino para ser envuelto en una mortaja común sobre la cual su familia, amigos y líderes mundiales, varios de ellos con lágrimas en los ojos, arrojaron flores, puñados de tierra y ripio.
A las puertas del cementerio, una mujer entrada en años y vestida de negro repartía en silencio palomas blancas de papel con la inscripción "Descansa en paz", una escena que los presidentes de EE UU, España, Francia, Alemania y tantos otros dignatarios no pudieron ver porque desde el cementerio partieron en sus limusinas a reuniones con Peres y luego los transportaron velozmente de regreso al aeropuerto de Tel Aviv.
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