Crimen en Tel Aviv
ES IMPOSIBLE evaluar aún las consecuencias del asesinato en Tel Aviv del primer ministro de Israel, Isaac Rabin, un hombre que fue "un valiente defensor de su pueblo de Israel y de la paz", como dijo ayer Yasir Arafat, quien durante décadas fue su mortal enemigo. Un joven judío fanatizado logró alcanzar al primer ministro con cuatro disparos durante una manifestación a favor de la paz. Rabin moría poco después en el hospital.La primera reacción de todo el mundo ha sido la consternación. Isaac Rabin; su ministro de Exteriores, Simón Peres, y el líder palestino, Yasir Arafat, han dado una magnífica lección al mundo de auténtica lucha por la paz en las peores condiciones imaginables. Pero no tenían sólo admiradores. Se sabían rodeados de enemigos cuyo único afán es acabar con el proceso de paz iniciado hace tres años en secreto en Oslo y simbolizado por el histórico apretón de manos entre Rabin y Arafat en los jardines de la Casa Blanca, el 13 de septiembre de 1993.
Rabin fue un hombre duro que mató, ordenó matar y pudo morir centenares de veces en los campos de batalla. Y, sin embargo, han sido las balas disparadas por un miembro de su pueblo, un judío fanatizado por las continuas arengas y. llamadas al odio de los enemigos de la paz, el que ha acabado con su vida a los 73 años. La extrema derecha israelí y ciertos círculos del partido derechista Likud han mantenido una frenética campaña contra el proceso de paz y el establecimiento de la autonomía palestina, que ha llegado a tachar a Rabin, de traidor a Israel. Fueron ellos los que le equipararon en sus declaraciones con los terroristas o con el líder palestino, Yasir Arafat, cuya imagen tanto odio despierta aún. en muchos israelíes.
Desde la firma del acuerdo de Washington, los enemigos de la paz y la convivencia lanzaron una virulenta campaña contra este hombre, que fue durante toda su vida un campeón de la defensa de la patria judía. Esos mensajeros del odio son, por tanto, corresponsables de la muerte de Rabin, ejecutada por un joven que en nada se distingue de los asesinos palestinos, apenas niños que cometen atentados suicidas con bombas contra autobuses en pleno centro de Tel Aviv. Las palabras no matan, pero pueden inducir a ciertos individuos a hacerlo.
Rabin acababa de pronunciar un discurso a favor de la paz ante 100.000 personas, en el que dijo: "Siempre supe que la mayoría de la gente quiere la paz y que está dispuesta a arriesgarse por ella". Ahora, en su ausencia, las autoridades israelíes y palestinas tendrán que redoblar sus esfuerzos con apoyo internacional para que los asesinos de Rabin comprueben lo inútil que fue su criminal acción.
Y la población israelí puede comprobar no en la muerte de un palestino, sino en la de un héroe nacional, que también en su pueblo existen aquellos que son verdugos, y no víctimas. Los enemigos de la paz mostraron ayer su verdadero rostro.
Miembros del Gabinete de Rabin manifestaron ya ayer su firme decisión de proseguir con las negociaciones de paz, y será, sin duda, Simón Peres el que asuma el protagonismo, que ya compartía hasta ahora con Rabin. Perseverar en la vía del diálogo, marginar y neutralizar a los asesinos de la paz y lograr una convivencia entre israelíes y palestinos es, en estos duros momentos, el mejor homenaje a un hombre histórico como el que ayer murió en Tel Aviv.
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