El dueño del quiosco de Castellana 15 se rebela contra el Ayuntamiento
Se le humedecen los ojos cada vez que escucha a alguien decir que el Ayuntamiento derribará su quiosco, situado en el número 15 del paseo de la Castellana. Pero a Fernando Peñalba, de 66 años, todavía le que dan fuerzas para arrastrar su cojera -le falta la pierna derecha- y perseguir a los responsables municipales. Todo con tal de que el chiringuito no quede reducido a escombros. La fecha prevista para su demolición todavía no está fijada. "Pero será el año próximo", aseguró un portavoz de la Concejalía de Régimen interior y Patrimonio, que dirige Antonio Moreno.
La barra donde antes reposaban las bandejas de canapés y los cruasanes ahora está cubierta de varios dedos de polvo. Las persianas y los cristales, sucios y rotos; esparcidas por el suelo, latas de cerveza y basura. Por las noches sólo traspasa la puerta algún mendigo, que pernocta en la planta sótano del local."Me gasté lo que tenía y lo que no tenía. Estoy arruinado, me han embargado la casa, mi mujer está inválida y tengo un hijo deficiente. ¿Por qué me hacen esto? Estoy en la ruina, pero no voy a dejar que me tiren lo que me ha costado toda la vida levantar", decía ayer Peñalba.
En el quiosco, construido en 1991, invirtió cerca de 55 millones de pesetas. A repartir: unos 52 millones en la construcción del local, cerca de un millón de pesetas en las bocas de riego y el suministro de agua abonadas al Canal de Isabel II, y más de un millón y medio de pesetas a la compañía eléctrica Unión Fenosa.
Irregularidades
Sobre los cimientos de esta terraza permanente, adjudicada junto a otras tres, situadas en los números 33, 37 (distrito de Chamberí) y 122 (distrito de Chamartín), pesa un expediente con varias irregularidades. La primera detalla el corte de un árbol del paseo y el traslado de otros dos por parte del adjudicatario del quiosco. Por este motivo, la concejalía de Medio Ambiente paralizó las obras durante un tiempo.A los pocos meses de inaugurar el chiringuito llegó el segundo aviso. Esta vez por instalar una barra de apoyo, no autorizada en el contrato, y ocupar mayor superficie de la permitida con la instalación de las mesas, que no podían rebasar la porción del recinto. Cada quiosco permanente ocupa 150 metros cuadrados de superficie, tiene un sótano de 50 metros cuadrados y 25 metros de planta baja. Sobre este particular, Peñalba se defiende: "Fue en la época en la que yo caí enfermo, y dejé el mando a un camarero de origen iraní que hizo lo que le vino en gana. Puso un escenario para actuaciones, las mesas que le dio la gana. Cuando me enteré lo despedí, porque el único responsable a todos los efectos era yo".
La tercera advertencia le llegó a Fernando Peñalba por no abonar el canon municipal, fijado para este local en 10.580.000 pesetas al año, durante 1993 y 1994. El impuesto asignado al resto de las terrazas permanentes del paseo de la Castellana fue de 6.696.300 pesetas para el local situado en el número 33, de diez millones de pesetas para el dueño de la terraza del número 37 y de siete millones para el del número 122.
"Me negué a pagar el canon porque se instalaron en la Castellana otras cinco terrazas, que pagaban por la temporada de verano medio millón de pesetas. Y no me parecía justo que unos pagáramos tanto y otros tan poco", explicó este hombre.
El 28 de julio de 1994 el gobierno municipal rescindió el contrato a Fernando Peñalba. En el mes de octubre se decidió sacar a concurso el quiosco. En total se presentaron 17 empresas, y, sin embargo, el. PP decidió declarar desierto el concurso. La oposición también estuvo de acuerdo. "La empresa elegida en un principio resultó ser morosa y no estaba al corriente. de las obligaciones fiscales", explicó la semana pasada el responsable de Patrimonio municipal, Antonio Moreno. El resto de los candidatos no tenían experiencia o sus ofertas fueron consideradas "temerarias" [proponían pagar 14 millones de canon anual cuando lo habitual son siete u ocho millones de pesetas]. "Así que muerto el perro se acabó la rabia", sentenció Moreno.
A pesar de la decisión del Ayuntamiento, Fernando Peñalba mantiene la ilusión de volver a ver funcionar su chiringuito. "Todo lo que tengo está ahí invertido, pero que no me dejen sin nada, por Dios", suplicó.
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