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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Aulas a tope

LA IMAGEN de multitudes de alumnos de determinadas facultades universitarias asistiendo a clase sentados por los suelos o desde el pasillo porque no caben en el aula es impropia de un país desarrollado. En tales condiciones es imposible una formación mínimamente ordenada y solvente. Nadie duda de que el gasto en enseñanza e investigación no sólo es un gasto social, sino también una inversión en capital humano y que la modernización de este país pasa sobre todo y ante todo por la educación. De ahí que resulte incomprensible que no se pueda llegar a un pacto entre todos los grupos políticos que permita garantizar la inversión en este ámbito precisamente en unos años en los que se lleva a cabo una radical reforma de todo el sistema educativo.Un ejemplo: el proyecto de Ley de Presupuestos para 1996 derrotado en el Parlamento preveía un crecimiento cero de la partida destinada a Educación. Esto supone en la práctica un descenso de un 3,5% sobre el presupuesto que está a punto de cerrarse si se tiene en cuenta la inflación.

De nada sirve que aumente el número de alumnos si no lo hace en similar proporción el de graduados. Y es evidente que esto no sólo no es así, sino que el índice de repetidores de curso en nuestras universidades es dramático, como lo es que el tiempo de permanencia del alumno en la Universidad rebase en una media de casi dos años el de la duración teórica de su carrera. Estos pésimos indicadores de la calidad de la enseñanza (repeticiones, abandonos y largas permanencias de los alumnos) son en gran parte consecuencia de la precariedad de medios de nuestras universidades. Si estos fenómenos no se dieran, quizá la selectividad y elección de carrera no fueran trámites tan frustrantes para los 250.000 alumnos que cada año llegan a la Universidad.

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