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Asimetría de ansiedades

Políticos, empresarios, profesores y periodistas -de España, Francia, Polonia, el Reino Unido, Italia, Austria, Alemania y Estados Unidos- afines a las diferentes visiones críticas de una próxima Europa fueron convocados este fin de semana en Madrid por la Fundación BBV para debatir los nuevos presupuestos cívicos sobre los que deberá avanzar la Unión en el futuro inmediato. Entre los materiales para estimular la discusión resultaron de gran interés las entrevistas efectuadas sobre un mismo esquema por un grupo de expertos a Felipe González, Marcelino Oreja, Mario Soares, Franz Vranitzky, Jacques Delors, Giuliano Amato, José María Aznar, Bronislav Geremek y Karl Lamers. La ocasión permitió al presidente en ejercicio de la Unión, Felipe González, explayarse sobre una cuestión que tanto le apasiona. Lástima que compromisos de última hora impidieran la asistencia y el contraste de posiciones europeas con su antagonista Aznar, que hubiera podido entrenarse para ser anfitrión este domingo en Madrid de los primeros espadas de Alemania, Irlanda, Bélgica, Luxemburgo y la Comisión, quienes han confirmado su visita con motivo del Congreso del Partido Popular Europeo.El objetivo deseable, según González, puede resumirse en la necesidad de que los líderes de la UE alcancen el dominio del calendario en lugar de seguir arrastrados por una serie, cada vez más numerosa, de compromisos a fecha fija. Para lograr esa metal González mencionó el recurso a la voluntad política, pero, llegados a este punto, se adelantó a reconocer las dificultades en que se encuentran por razones internas los responsables políticos del Reino Unido, de España, de Francia o de Italia. Pese a incluirse, tal vez por inadvertencia, en el grupo anterior, el presidente del Gobierno apenas minutos después, ante las candilejas periodísticas apostadas a la salida, se mostró entusiasmado por las próximas elecciones y siguió prorrogando la incertidumbre sobre su candidatura. González afirmó que el Tratado de Roma significaba el consenso contra el desastre de la guerra, y señaló cómo, por el contrario, en la actualidad existe una asimetría de ansiedades entre los 15 Estados miembros y los países candidatos, que con la adhesión a la UE buscan consolidar la paz, la libertad y la prosperidad. Esas mismas ansiedades fueron también las ansiedades españolas tras la celebración de las primeras elecciones generales libres en junio de 1977, que llevaron al Gobierno de Adolfo Suárez a solicitar la adhesión a las Comunidades Europeas en octubre de ese año. Largas negociaciones de ocho años, pero cuando se acercaba el momento e concluirlas quedaba cada vez más claro que en Bruselas preferían la incorporación de una España que continuara siendo miembro de la Alianza Atlántica. Sin embargo, ahora el fervor atlantista de los nuevos aspirantes -Polonia, Hungría, Chequia y Eslovaquia- no es bienvenido porque causa molestias graves en Moscú.

Volviendo de la geopolítica al desempleo, se vio a Alain Touraine preocupado de que la integración de Europa en el mercado global empuje a un sector cada vez más amplio de la población hacia la exclusión social. A la Conferencia Intergubernamental correspondería, en opinión de algunos, mostrar que los esfuerzos que requiere la convergencia económica redundan en la creación de empleo, porque sólo si esa relación se hace visible se sostendrá la legitimidad de todo el proyecto de la UE. Parece que la peculiaridad europea es la del crecimiento y la competitividad con el respeto a la protección social, como ha reiterado en sus declaraciones a EL PAÍS de ayer el presidente del Consejo Económico Social de la UE, Carlos Ferrer Salat. Semejante osadía de Ferrer le garantiza la enemiga de esos fanáticos de la escuela de Chicago que han pasado de considerar la riqueza meritoria a declarar culpables a los pobres, y, en consecuencia, a propugnar el desmantelamiento del Estado social favorecedor de parásitos. Con esa lógica, en Europa caminaríamos de regreso hacia los conflictos del siglo XIX. En una entrevista reciente firmada por Rosa María Echevarría en Abc, el director general del IESE, esa prestigiosa escuela de negocios de la, Universidad de Navarra, ponderaba el dinamismo de la economía de EE UU y su capacidad de crear empleo frente a la inercia europea resultado de las graves cargas sociales y del burocratismo. Acto seguido, nuestro IESE se veía obligado a reconocer que Alemania, país locomotora, donde precisamente las reglas burocráticas son más estrictas y las cargas de la protección social más pesadas, es la excepción más favorable en la UE en cuanto a competitividad y creación de empleo. Luego desmantelar el Estado social no es la solución del problema. En Génova tendrán que levantar defensas frente a los primitivos entusiastas de Chicago para evitar otra asimetría de ansiedades.

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