Conocer las recetas

Todo parece fuera de lugar en esta peculiar comedia criminal: su actor omnipresente, Bardem, que hasta ahora se había movido a gusto por los terrenos del drama empleando para ello su potente presencia de macho recio, se ve convertido aquí en inocente corderillo; un actor generalmente dramático y engolado como suele ser en teatro Josep Maria Flotats, convertido en un gay primero contenido y luego liberado de las ataduras de lo convencional; una chica elegante, Sánchez-Gijón, que parece ser quien no es. Una comedia de enredos que -la garantía del nombre del director lo pronostica- tiene mucho de comedia y bastante de enredos, pero también mucha más materia prima.Y sin embargo, casi todo funciona aquí, y de manera admirable. Hay dos o tres factores que explican por qué Boca a boca es una película tan coherente como las mejores referencias genéricas a las que se adscribe. En primer lugar, por el conocimiento profundo que Górriez Pereira y sus guionistas -y en especial Oristrell, convertido en un especialista de primera en el género- demuestran tener de los mecanismos de funcionamiento de las comedias clásicas. Aparentar lo que no se es, jugar al equívoco, meter a unos personajes en situaciones desquiciadas e incluso dramáticas para, con la resolución parcial del problema, volver a empezar con otro mayor, ha sido desde siempre el arsenal de situaciones que ha empleado la comedia en todas sus formas. Y la forma de resolverlas, un timing cuidado en el que el gag visual debe complementarse con el gag hablado y la información proporcionada se debe dosificar para no atosigar, pero también para no aburrir al respetable.

Gómez Pereira las conoce muy bien: basta ver las performances de Bardem, actor en paro en busca de empleo, ante sus potenciales jefes americanos, para entender lo bien que director y guionistas saben sacar partido de las apariencias, de la doblez, del doble sentido.

En segundo lugar, por la ambición que ponen guionistas y director en trabajar con varias líneas de trama, sin que ninguna reste rigor constructivo a las otras y haciendo de la suma de ellas un gozoso tobogán en el que se sumerge el espectador en la primera hora, la más torrencial, la más lograda del filme.

Cierto, Boca a boca se resiente en sus últimos minutos de cierto apresuramiento para hacer coincidir en un final redondo todo el complejo entramado que el filme ha montado hasta entonces, aspecto éste que si bien aleja la película de la obra perfecta, no le resta mayor consistencia de cara al espectador.

Y en tercer lugar, porque el género, y Gómez Pereira lo sabe muy bien, reposa sobre la base de un trabajo de actores atento a los menores matices, que siempre descansa en actores verdaderamente dotados para el género. Aquí es donde la película se convierte en un do de pecho mayúsculo: en el ensamblaje de estilos interpretativos en las antípodas, en una amalgama coherente en la que nadie desentona y de la que, emergen algunos trabajos de excepción.

Ya las crónicas han anunciado el nacimiento, en Flotats, de un actor cómico brillante. Pero no cabe duda de que el gran hallazgo de Boca a boca ha sido Bardem. Un corte de pelo juvenil y un par de gafas, junto con una inteligente asunción del personaje de chico desvalido por parte del actor, han dado lugar a una actuación deslumbrante, preñada de sugerencias: émulo de Cary Grant, cuyas películas parece haberse literalmente bebido, Bardem demuestra que la ductilidad de su talento no conoce fronteras genéricas.