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GENERALES EN CAMPAÑA.

Las dudas de Colin Powell

El ex jefe de las Fuerzas Armadas de EE UU se muestra indeciso sobre su candidatura a la presidencia

Antonio Caño

No había acontecimiento en Atlanta esta semana que fuera capaz de competir con la ilusión creada por la llegada del equipo local, Los Bravos, a la serie final del campeonato norteamericano de béisbol. Pero el jueves pasado las colas más largas no se formaron frente a las taquillas del estadio, sino ante dos librerías que habían anunciado la presencia del general Colin Powell para firmar ejemplares de su autobiografía, Mi travesía americana.La capital de Georgia era la penúltima etapa de una gira, que concluyó este fin de semana en Norfolk (Virginia), durante la que el héroe de la guerra del Golfo firmó más de 50.000 volúmenes, visitó 23 ciudades y demostró un poder de atracción entre el público como ningún otro político norteamericano tiene en la actualidad. Las bases para su campaña electoral son ya sólidas. Sólo falta que el general diga su última palabra.

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Desde primeras horas de la madrugada se había reunido la gente en las puertas de la librería Sartis Club, a la espera del acontecimiento. Para evitar alborotos, el propietario del establecimiento había advertido por medio de la prensa local que la espera para obtener la firma podría durar de cinco a seis horas, y que sólo, aquellos que estuvieran en los primeros lugares tendrían acceso al general. Cuando éste llegó en su Lincoln negro, rodeado de toda la parafernalia de la que sólo gozan los presidentes, tuvo que contener con sus propias manos a los curiosos que se abalanzaron sobre él, entusiasmados. No es frecuente presenciar esto en un acto político en Estados Unidos, por lo general fríos y minoritarios.

"Yo creo que una de las razones por las que esta gente está aquí, eso espero al menos, es por que, quieren leer un libro que es un buen libro y una buena historia. La segunda razón es porque creo que tienen ganas de verme. Me recuerdan de la guerra del Golfo, no saben muy bien qué camino voy a tornar ahora, y quieren saludar me, preguntarme y verme de cerca", confesó Colin Powell, de 58 años de edad, a un grupo de periodistas que cubrió su recorrido por Atlanta.

En efecto, nadie sabe todavía que camino va a tomar, y eso ha disparado la expectación hasta límites obsesivos. Las encuestas aseguran que, como candidato republicano, ganaría por 10 puntos de ventaja a Bill Clinton si las elecciones presidenciales se celebrasen hoy. Y como candidato independiente estaría también por delante de Clinton y del republicano Robert Dole. Pero Powell se resiste a tomar una decisión. Con la extrema prudencia que caracterizó su carrera militar, el ex jefe de las Fuerzas Armadas norteamericanas quiere estar completamente seguro ahora de que si afronta esta nueva batalla será para ganarla.' "Por el momento, me voy a tomar un par de semanas de reflexión con mi familia y mis asesores, y anunciaré una decisión en algún momento de noviembre", dice.

Probablemente, las dudas actuales están relacionadas con la dificultad para encontrar la etiqueta partidista adecuada. La historia le ha enseñado que un independiente, por mucho prestigio que tenga, está condenado finalmente a fracasar ante el peso de las estructuras de los partidos. Pero, al mismo tiempo, es dificil aspirar a una denominación republicana con un programa centrista como el que Powell ha ido esbozando.

Pat Buchanan, uno de los candidatos republicanos, ha advertido esta misma semana que es "impensable" que alguien que se declara pro aborto, a favor de la discriminación positiva y del control de las armas de fuego sea el candidato republicano en esta era en la que el partido está controlado por los líderes de la revolución conservadora.

Aunque lo niega, Powell ha ido en las últimas semanas reconduciendo hacia la derecha las posiciones que había anunciado hace un mes. Un ejemplo de ello es el aborto. "Yo estoy a favor de la libre decisión de la mujer", dijo en su conversación con los periodistas en Atlanta. "Pero creo que tiene que haber ciertas restricciones. Mi posición es que, aunque la mujer tenga derecho a elegir, no creo que el Estado tenga que pagar esa elección. No creo que la seguridad social tenga que pagar por eso. Creo que es necesario revisar la política con la que la libre elección se aplica. También creo que es necesario implantar una política educativa que permita que las jóvenes estén informadas sobre la abstinencia o sobre el uso de los anticonceptivos para evitar el aborto como opción".

El papel que Powell, un negro descendiente de jamaicanos y nacido en el gueto del Bronx, puede desempeñar en la sociedad norteamericana ha sido especialmente debatido a raíz del impacto provocado por la marcha negra sobre Washington.

Unos lo ven en mejor posición, como el perfecto interlocutor entre el establecimiento blanco y las minorías. Y otros creen que, al distanciarse de la manifestación del lunes pasado, se ha quedado en el terreno de nadie, sin el amor de los negros y con la desconfíanza tradicional de los blancos sienten hacia alguien de su raza.

Powell trata ahora de redefinir su posición sobre esa marcha: "Yo creo que la marcha del millón de hombres fue un gran éxito, y me alegro de que fuera un éxito, y espero que sirva para disminuir el conflicto racial. Creo que fue muy importante que la marcha tuviera gran cobertura de prensa. Eso permitió que el público norteamericano en general viese a esa enorme cantidad de hombres afroamericanos juntos, hablando de reconciliación, hablando de la necesidad de mejorar las cosas en sus comunidades. Espero que ese espíritu se mantenga en las semanas y meses que siguen. Siempre he apoyado el propósito de esa marcha. Nunca he estado en contra de eso. He estado en desacuerdo con las declaraciones racistas y antisemitas de Louis Farrakhan [el líder de la Nación del Islam y convocante de la manifestación]. Eso es lo que me hizo separarme de la marcha".

Éste no es el único punto de controversia sobre Powell. A medida que su popularidad crece, aumentan también las preguntas sobre su pasado: su actuación en, Vietnam, su papel en el escándalo Irán-Contra, y, sobre todo, sus decisiones en la guerra del Golfo. Lawrence Eagleburger, que fue el número dos del Departamento de Estado durante aquel conflicto, ha abierto una polémica al asegurar que Powell nunca fue, en realidad, partidario de actuar militarmente contra Irak.

Colin Powell lo desmiente así: "En un margen de 12 horas después de la invasión [de Kuwait], el general Norman Schwarzkopf [jefe de la operación] y yo le presentamos al presidente George Bush un plan para empezar a transportar 100.000 soldados a la región; y para finales de octubre, que es sólo dos meses y medio desde el inicio del conflicto, ya le habíamos presentado al presidente Bush un plan para transportar más de 500.000 soldados listos para entrar en guerra. Lo que yo trataba de hacer es que todos estuviéramos seguros 'de que comprendíamos los objetivos políticos que queríamos cumplir, que si combatíamos, combatiéramos para ganar, y que le diéramos a las sanciones económicas una oportunidad. Lo cierto es que hasta el 10 de enero de 1991, días antes deja guerra, el secretario de Estado James Baker, que era el jefe de. Eagleburger, todavía estaba tratando de negociar con Tarek Aziz una solución al conflicto. Es cierto que hicimos todo lo posible por evitar la guerra, porque la guerra es una cosa terrible. Quedamos ver si las sanciones funcionaban, pero no funcionaron. Y el general Schwarzkopf y yo preparamos la guerra".

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