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FERIA DE JAÉN

El mundo al revés

Los plúmbeos y grises tiempos que vive la Fiesta la llevan cuesta abajo y con su escala de valores tan confusa que en excesivas ocasiones se vuelve del revés. Así aconteció cuando, como ayer, en lugar de poder hay que cuidar al toro por su supina invalidez, cuando el usía parece ser el único ciego (a la invalidez de los bichos) y sordo (a las justas, necesarias e inútiles protestas de la parroquia) entre miles de espectadores. Cuando el mayor castigo en varas que sufren los bureles es el momento, en que les colocan la divisa, porque el primer tercio es un simulacro con un rasgoncito.En definitiva, cuando el festejo, con un atractivo cartel en teoría, se derrumba, como los toros, incapaz de superar tanto desafuero, y el magro deleite de un público festivo y facilongo le llega en pequeñas dosis, con cuentagotas, y no siempre estrictamente táuricas: por ejemplo, merced al magnífico sonido de la banda que amenizó la función o lo que fuera tan peculiar zaragata.

Dávila / Mora, Aparicio, Puerto

Cinco toros de Sánchez Dávila (uno rechazado en el reconocimiento), bien presentados, excepto 6º, y flojos en general; 3º, 4º y 5º inválidos. 1º de Jiménez Pasquau, con trapío, manso, noble y flojo. Varios sospechosos de pitones. Juan Mora: estocada atravesada contraria y descabello (ovación); dos pinchazos y estocada caída (ovación). Julio Aparicio: estocada desprendida (oreja); estocada baja (ovación). Víctor Puerto: dos pinchazos -aviso- y bajonazo (ovación); estocada baja perpendicular y dos descabellos (vuelta).Plaza de Jaén, 21 de octubre. Segunda de la Feria de San Lucas. Media entrada.

Vulgaridad

También crepitó algo el público con la inhabitual rabia novilleri de un Julio Aparicio arrancado, que se olvidó de precauciones y apostó por un toreo de borbollón y espectacularidad, echando la emotividad de la que adolecían sus moribundos enemigos. Claro que -ya queda antedicho-, el mundo al revés, este atropello también le condujo a la vulgaridad con leves atisbos centelleantes de arte.

Como los relámpagos que alumbró Víctor Puerto con el capote al lancear a sus dos enemigos por verónicas limpias y ribeteadas de sentimiento. Luego los toros se derrengaban, aunque con el 6º, escaso de cara y cuerna, manso y renuente a embestir, se la jugó a base de quietud y de aguantar su derrotona cabeza. El único toro que pudo dar algo de interés, por su mansedumbre con picante, fue el primero, y Mora -que lo intentó en vano frente al inválido 4º- navegó proceloso por sus alrededores.

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