Azaña de la Sagra
Don Javier Malagón, un toledano universal que me enseñó a querer a Toledo, solía expresar su desagrado toponímico y filosófico por el bélico nombre de Numancia de la Sagra con el que habían rebautizado al pueblo de Azaña de la Sagra los triunfadores de la guerra civil, en homenaje al regimiento que la había "liberado". Ni que decir tiene que Azaña de la Sagra no se llamaba así por don Manuel, pero lo cierto es que acabó cayendo en la volteada, quizá para evitar, como decía Atahualpa Yupanqui, que "detrás de los equívocos vengan los perjudicos".Y bien: ahora que Numancia de la Sagra ha saltado a la popularidad por ser la receptora casual del cadáver de la pobre Anabel Segura, opino que ha llegado el momento oportuno para que Numancia de la Sagra vuelva a ser Azaña de la Sagra. Por tres razones:
1. Porque así el pueblo no tendrá que cargar con el ominoso recuerdo de esta salvajada, de la que no tiene ninguna culpa.
2. Porque conviene que los pueblos no cambien de nombre a cada tropezón de la historia.
3. Porque prometí a Javier Malagón, poco antes de su muerte, que alguna vez rompería una lanza, en su representación, a favor de esta causa perdida. Misión que acabo de cumplir.-
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