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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Papa en América

EL PAPA más político de muchos pontificados no podía dejar pasar, la ocasión de dirigirse al mundo entero ante la Asamblea General de la ONU en el 50 aniversario de la organización. Ocasión magnífica, por otra parte, para entrevistarse con el presidente Clinton y pasar revista conjuntamente al estado del planeta. La visita papal a Estados Unidos tiene un doble carácter, muy acorde con' la intensa personalidad de Juan Pablo II, tan doblemente entregado a la intervención pontificia en los asuntos del mundo y en los del ser humano, en la vida política y en la personal y espiritual. Para ello, ningún terreno mejor que la extraterritorialidad de la ONU y el ancho campo de la múltiple sociedad norteamericana.

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Juan Pablo II ha sido agente más que notable, en la desintegración del mundo comunista y, envenenado, en el mejor sentido de la palabra, por la política, media y exhorta, porfía y trata de persuadir al mundo contra la guerra, el desastre, la perdición. Tiene una opinión, que podríamos calificar de palestinismo moderado, ante el conflicto de Oriente Próximo, una perceptible posición pro-croata en el conflicto de la antigua Yugoslavia, una inteligente y pastoral oposición al embargo norteamericano sobre Cuba -y hablara o no de ello con Clinton, recordemos que éste anunció un deshielo menor con el castrismo tras su entrevista con el Pontífice- y, en definitiva, un perfil, político para todas las ocasiones.

El resumen de su posición es la de un sano temor a la extremosidad de los nacionalismos, una comprensión muy católica de la problemática del Tercer Mundo, y en especial de América Latina, y una obsesión por la disciplina de la Iglesia en el mundo entero, lo que significa una obediencia estricta a los mandatos del Vaticano,

En el mundo heredero de la destrucción del marxismo-leninismo, las posiciones del Papa pueden calificarse como animadas de un cauto progresismo social. Lejos de quedar para la historia como el anticomunista visceral que podía parecer en sus primeros años, anteriores a la hecatombe soviética, la encíclica Centésimus annus,con su armada crítica de un capitalismo sin barreras, difícilmente será considerada en el siglo XXI un monumento a la reacción.

En el segundo. aspecto de su viaje, el encuentro con la Iglesia nacional más rica y, quizá, influyente del mundo, Juan-Pablo II no se puede decir que haya llegado para traer la paz,, sino una cierta guerra a Estados Unidos. El católico medio norteamericano estima largamente compatible como otros muchos, sin duda desoír la ortodoxia sobre contracepción, divorcio, celibato eclesiástico y hasta diversas modalidades de interrupción del embarazo con seguir siendo católico. Del mensaje del papa no cabe esperar, en este caso, moderación ni comprensión ninguna. El Papa, activista del mundo de la política se convierte aquí en una gran roca de contención de lo el ue muchos católicos califican ya de incontenibles demandas de la sociedad.

Este Pontífice abierto y cerrado, agitador y conservador a la vez, actor excepcional de la escena contemporánea, parece, en definitiva, difícilmente reductible a un estereotipo, progresista o reaccionario. Tampoco se sabe, si a ello vamos, que un papa como Juan XXIII, el más adorado de este siglo y de reputación largamente liberal, fuera menos contundente que sucesores o antecesores en determinadas condenas morales, que son troncales en la visión católica del mundo.

Nadie puede, en definitiva, criticar a un jefe de la Iglesia por creer en lo que cree y defenderlo como mejor sabe. Y tampoco por actuar en el mundo como agente político. Lo criticable sería, en todo caso, camuflar esa actividad bajo el manto de la religión.

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