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La lengua como arma política

La llegada del PP y UV a la Generalitat reabre el conflicto lingüístico

Miguel Ángel Villena

"Si t`arriba el matí, penses que ha passat un dia. Han passat dies i anys i encara és el mateix dia" Si llega la mañana, piensas que ha pasado un día. Han pasado días y años y todavía es el mismo día.) Las estrofas de una canción del alcoyano Ovidi Montllor resuenan en los ánimos de muchos valencianos que han visto cómo la llegada del PP y Unión Valenciana a la Generalitat ha reabierto un conflicto lingüístico que comenzó tras el final de la dictadura. La elección de Vicente González Lizondo, una suerte de Jean Marie Le Pen a la valenciana, como presidente del Parlamento autónomo ha destapado cajas de truenos ya olvidadas. Porque la segunda autoridad autonómica escribiría los sencillos versos de Ovidi sin acentos y con algunas variaciones sobre el valenciano normativo, aceptado por todas. las universidades.Pero la mayoría de centro-derecha que gobierna ahora la Comunidad Valenciana, no se lleva muy bien con la inmensa mayoría de filólogos. La semana pasada el portavoz del Consell, José Joaquín Ripoll, anunciaba que el Gobierno autónomo consideraba que "no hay consenso social para que las universidades tengan autoridad científica en materia de lengua y de su normativa". La decisión sentó como una bomba en los claustros y en las aulas y el Consell ya ha recibido contundentes respuestas de universitarios. Negar a la institución académica competencias en esa materia, o en cualquier otra, equivale a que cada cual campe por sus respetos, a convertir la lengua en un arma política.

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Al abierto secesionismo lingüístico de Lizondo y sus fieles de Unión Valenciana, que consideran que catalán y valenciano son idiomas distintos, se une la ambigüedad calculada del presidente autonómico Eduardo Zaplana, y de buena parte de su partido, el PP. Bajo pretexto de que la lengua resulta un tema que crispa y divide a la sociedad valenciana, el PP ha otorgado carta blanca a Lizondo para inventar un idioma que utiliza en las Cortes autonómicas, pese a las airadas protestas de los socialistas y de Esquerra Unida. De este modo se ha roto un consenso iniciado en 1983 con la aprobación, por unanimidad parlamentaria, de la Ley de Uso y Enseñanza del Valenciano, que ha permitido la presencia obligatoria de la lengua autóctona como asignatura en todos los niveles educativos.

La citada ley, auspiciada por el entonces consejero de Cultura y Educación socialista, Cipriá Ciscar, trató de contentar a tirios y troyanos, a catalanistas y secesionistas, a izquierda y a derecha. A trancas y barrancas, con muchas insuficiencias y contradicciones, este texto legal ha servido para que cientos de miles de ninos y jóvenes valencianos aprendieran un idioma proscrito desde principios del siglo XVIII.

El centro-derecha ha torpedeado siempre la implantación las islas Baleares, más allá de las del valenciano en las escuelas bajo la bandera de un anticatalanismo feroz que sataniza cualquier uso correcto de la lengua autóctona. De otro lado, tanto el PP como UV han acusado a los socialistas, que han gobernado en Valencia durante 12 años, de actuar de espaldas a amplios sectores sociales que apuestan por la secesión idiomática. Contra viento y marea, las universidades y la inmensa mayoría de los escritores han mantenido durante estos años la defensa de la unidad lingüística con Cataluña y, las islas Baleares, más allá de las dudas socialistas y de los ataques de los conservadores. "Qué dificil resulta luchar por lo que es evidente", señala una profesora de valenciano en un instituto y autora de libros de texto.

Lo bien cierto es que las tesis secesionistas han encontrado siempre el más absoluto rechazo en la comunidad científica. Cualquier universidad del mundo y cualquier diccionario define el valenciano como una variante dialectal del catalán, un idioma hablado por unos siete millones de personas entre el sur de Francia y Alicante, entre la franja aragonesa cercana a Cataluña y Menorca. Pero, al margen de los eruditos, el propio sentido común indica que los habitantes de Benicarló, al norte de Castellón, hablan exactamente la misma ,lengua que sus vecinos de Amposta, al sur de Tarragona.

La reconquista cristiana del siglo XIII estableció los límites lingüísticos en el País Valenciano según que los nobles victoriosos fueran de origen catalán o aragonés. Aunque Lizondo se empeñe en que el catalán y el valenciano se parecen lo mismo que el español y el italiano, los filólogos le han recordado en muchas ocasiones que existen las mismas diferencias entre el castellano de Santander y el de Cádiz que entre el catalán de Girona y el de Alcoy.

Pero la lengua da votos o resta, según los casos. Unión Valenciana ha convertido el conflicto lingüístico en la razón de su existencia y ha tomado así el testigo de sectores de la UCD que ya utilizaron la polémica para frenar el ascenso de la izquierda durante la transición. Comerciantes y artesanos, funcionarios y agricultores, integran las filas de este partido, que cuenta con cinco diputados autonómicos y que ha explotado hasta la saciedad las lógicas rivalidades vecinales entre catalanes y valencianos.

Atrapado en su estrategia de captar votos, el PP deja manos libres a Lizondo para aparecer, como una fuerza moderada. En medio del marasmo, los más pesimistas entre el profesorado ya apuntan a que la estrategia derivará en un retroceso de la lengua autóctona en beneficio del castellano. El consejero de Cultura y Educación, Fernando Villalonga, ya ha sugerido que el valenciano puede convertirse en una asignatura voluntaria en un futuro proximo.

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