Los turistas, tentados por Satanás
A veces una partida de ajedrez es tan hermosa que parece que está a punto de desplegar su cola haciendo la rueda como un pavo real. Semanas antes de que Anand y Kaspárov se en frentaran en la cima del más alto rascacielos de Manhattan, el director de teatro y -aficionado al ajedrez-Jorge Lavelli y yo subimos al promontorio. Desde arriba contemplamos luciferianamente la metrópoli, Di una palabra y todo lo que está a tus pies será tuyo. Si toda palabra (y toda jugada) encierra un misterio, el paisaje puede ofrecerse como un sueño ya soñado. Pero al final de nuestra visita quedamos atrapados por la soga sin fin de la larga cola del ascensor. Al borde del ataque de claustrofobia pasé el tiempo y perdimos nuestras urgentes citas mientras los alumnos de NYU me esperaban y se desesperaban. Anand y Kaspároy suben y bajan con comodidad sin que les engulla ninguna cola de turistas tentados por Satanás. La derrota para el ajedrecista es la última barca del último viaje: Anand y Kaspárov no la tomaron tampoco en la quinta partida, que concluyó en tablas. Al vencedor le conmueve el instante en que la muerte mezcla su aliento con el de la hermosura.
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