Tarde de milagros
La religión laica que es la fiesta, tan escasas veces olorosa y flamígera, produjo ayer en Albacete un aluvión de milagros y devolvió la fe a los auténticos y minoritarios aficionados. La explicación corresponde en parte a la terna de oficiantes; la otra parte carece de razonamientos lógicos: es la que se refiere al mayor prodigio que catecúmenos y público facilongo contemplaron en los últimos tiempos: una corrida en puntas para tres figuras del toreo. Loor, furor, milagro máximo, noticia de portada, aluvión de desmayos y suicidios por tanta felicidad.Esta integridad pitonil no fue la única cuestión de fe, quiá. La sucesión milagrera continuó con un Finito de Córdoba que salió de la mandanga de su año sabático, puesta de manifiesto un día antes en este mismo escenario neomudéjar. Y con un Enrique Ponce ajustado y fajándose, en algunos, pocos, momentos de sus dos faenas, en las que trabajó mucho con la mano izquierda (otro milagro). Y con un enrabietado Joselito, que recibió de rodillas con una larga cambiada al negro entrepelao que hizo cuarto, para iniciar igualmente en el reclinatorio su labor con la flámula y hasta alcanzar el prodigio de la ligazón en algunos, pocos, momentos. Era para morirse de gusto, aunque el usía, posiblemente afectado por tanto milagro, echó un chafarrinón a la tarde al desenfundar el pañuelo azul tras la muerte del tercero, un cárdeno muy flojo y cambiado tras un leve rasponcito.
Arauz / Joselito, Ponce, Finito
Toros de Arauz de Robles, muy bien presentados, excepto 1º y 6º, terciados. Manejables y flojos. 3º premiado con vuelta al ruedo.Joselito: bajonazo (más pitos que palmas); estocada -aviso- y se echa el toro (oreja). Enrique Ponce: pinchazo sin soltar -aviso- y estocada desprendida delantera (oreja); estocada -aviso- y se echa el toro (oreja); salió a hombros. Finito de Córdoba: estocada (dos orejas); pinchazo, otro hondo desprendido -aviso-, media tendida y tres descabellos (palmas); salió a hombros. Plaza de Albacete, 12 de septiembre. 6ª corrida de feria. Lleno.
La milagrosa faena de Finito a ese bicorne la comenzó con cierta desconfianza, pero entre que su enemigo humillaba y tomaba la pañosa como el más arrepentido pecador y que el coletudo se fue recreando, acabó en éxtasis de toreo. El de Córdoba alumbró varias series de naturales profundos como la mar océana donde reposa el arte, que Finito emergió antes de maravillosos e improvisados adornos y de enterrar la espada hasta los gavilanes. El terciado sexto tenía como defensas dos perchas en las que podía colgar la ropa todo un regimiento, y con él hubo sólo atisbos de su matador. Tampoco Joselito, apático en el que abrió festejo, se acopló con su segundo pese a sus ganas de triunfo. Y Ponce empleó su fácil estética superficial, con el añadido de los comentados momentos milagrosos.
Babelia
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