Madrid, 'farolillo rojo' en el uso de la bicicleta
Barcelona adelanta a la capital en número, ubicación y uso de carriles bici
Al viajero que vuelve a Barcelona tras varios años de ausencia le sorprende, entre otras, una cosa: la cantidad de gente que circula diariamente en bicicleta. Diecisiete mil personas, según datos del Ayuntamiento de Barcelona. En Madrid no llegan ni a 1.000, según cálculos "a ojo" del urbanista Alfonso Sanz. Claro que los barceloneses disponen de 50 kilómetros de carril bici bien conectados. Los madrileños podrán circular en breve por 14; eso sí, mal repartidos en tres tramos inconexos. ¿Por qué en Barcelona sí y en Madrid no? ¿Por las cuestas? ¿Por el tráfico? ¿Tan diferentes son sus habitantes? Expertos catalanes y madrileños coinciden: para que la bici encuentre sitio en una ciudad, lo importante no son las cuestas, sino "creer que es un medio de transporte".
Paco Narváez, concejal de Movilidad del Ayuntamiento de Barcelona, gobernado por el PSOE, explica: "Había que aprovechar el tirón de las bicicletas de montaña; pero lo decisivo fue que nos convencimos de que la bicicleta servía en la ciudad. El alcalde Maragall era el primero en potenciarla: de hecho, él, cuando puede, va en bicicleta al trabajo".¿Y en Madrid? Ha habido proyectos (en 1983, con el PSOE al frente del municipio, se ideó un hipotético carril bici desde la Ciudad Universitaria a la glorieta de Bilbao que quedó en nada), pero nunca se ha tomado en serio la posibilidad de incluir la bicicleta entre los medios de transporte. Por lo general, se aduce el particular relieve de la ciudad, es decir, las muchas cuestas, para descartar la idea.
Alfonso Sanz, urbanista, lleva desde los años ochenta desplazándose sobre dos ruedas por Madrid y actualmente prepara, junto a otro colega, un libro para el Ministerio de Obras Públicas y Transporte sobre el uso de la bicicleta en las grandes ciudades. Está convencido de que la orografía de Madrid es válida: "Hay ciudades como Aquisgrán, en Alemania, o Arhus, en Dinamarca, que son, tan montañosas como Madrid y la gente va al trabajo en bici", explica Sanz.
"Para solucionar el problema de las cuestas basta con permitir que los ciclistas puedan montar en el metro con la bicicleta; si uno se cansa, puede salvar así las montañas; el transporte público debe ser el aliado de la bicicleta", continúa el urbanista.
Actualmente, no está permitido en Madrid subirse al metro si se carga con una bici; en Barcelona, sí. "Además, ahora todas las bicicletas llevan marchas, con lo que el esfuerzo es menor. Las cuestas no son excusa", concluye Sanz.
Sondeo en la capital
Los madrileños, en general, están de acuerdo. En un sondeo elaborado hace tres años por el propio Ayuntamiento (entonces gobernado también por el PP) un 66,4% de los habitantes de la ciudad creía que Madrid se adaptaría "mucho o algo" a la implantación del carril bici.Los defensores de la bicicleta opinan que como medio de transporte diario aporta ventajas colectivas e individuales. Entre las primeras se cuenta la disminución de la contaminación, del ruido, del consumo energético y de la peligrosidad. La bicicleta, además, según sus seguidores, ahorra dinero, mejora la salud y confiere mayor autonomía y es más rápida que el coche.
De esto último hay pruebas: en 1992, una organización ciclista montó un curioso experimento en el que participaron concejales madrileños. Se trataba de probar los distintos medios de transporte urbano. El resultado de la prueba fue concluyente.
Desde Atocha a Sol (1,8 kilómetros) un ciclista, tardó 10 minutos; un coche, 31. De Moncloa a Sol (3 kilómetros), la bici empleó 12 minutos; el vehículo privado, 40. Desde la plaza de Castilla a Sol (8,5 kilómetros) la bicicleta volvió a vapulear al coche. Empleó 18 minutos; el coche, 42. Para reforzar aún más la teoría de que, en una ciudad, no hay nada más veloz que una bicicleta, los partidarios de las dos ruedas recuerdan, por ejemplo, que en Nueva York los mensajeros optan por desplazarse sobre dos ruedas para entregar más rápidamente el encargo.
El Ayuntamiento de Barcelona sí que pensó que la bicicleta servía para ir al trabajo o a la universidad. Y se puso a trabajar en ello. Creó en marzo de 1993 una llamada Comisión Cívica, compuesta por 40 miembros. Allí estaban desde los urbanistas municipales a los defensores de la bicicleta como único medio de transporte; desde el grupo Amics de la Bicicleta (Amigos de la Bicicleta) a los dueños de los aparcamientos de coches.
La comisión se dividió en cuatro grupos: el primero, de promoción, encargado de organizar actos que atrajeran al público a fin de informarle de las ventajas de la bicicleta (en Madrid también se han organizado actos de este tipo); el segundo, de infraestructuras, ha diseñado los 290 kilómetros de carril bici que Barcelona poseerá en el año 2000. Esto lo explica el concejal de Movilidad barcelonés: "Se trataba, y se trata, de crear una red, de conectar los carriles; en fin, de hacer que la bicicleta se convierta en un verdadero medio de transporte para ir de un lado a otro de la ciudad
El tercer equipo se encarga de la gestión: ahí se calibran las prioridades y el presupuesto. El cuarto ha elaborado un conjunto de derechos y deberes del ciclista de ciudad. La Dirección General de Tráfico ya les ha pedido una copia. El primer carril bici de Barcelona se habilitó en la Diagonal. Luego, incrementaron las vías y empezaron a conformar una auténtica tela de araña. "Unimos la universidad con la Villa Olímpica, con la playa. Los aliados naturales de la bicicleta eran los estudiantes y a por ellos fuimos", prosigue Narváez.
No les asustan las pendientes: "Hay previsto un carril bici desde la plaza de Cataluña hasta el Vall d'Hebron y ahí es inevitable la cuesta, pero hay que hacerlo porque queremos llegar a esa, parte de la ciudad [zona deportiva y de ocio]", añade el concejal catalán. El Ayuntamiento barcelonés ha instalado ya 15 aparcamientos para bicicletas y paneles informativos a lo largo de los carriles bici con el mapa de la ciudad y las vías para ciclistas. Además, tienen un teléfono para consultar dudas o itinerarios.
Alfonso Sanz, el urbanista residente en Madrid enamorado de la bicicleta, conoce la iniciativa barcelonesa. Y la aplaude.
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