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Mendigos 'desplazados'

La nueva plaza de Chamberí se inaugura con un mobiliario urbano especialmente diseñado para evitar la presencia de indigentes

"Prohibido tumbarse". Este cartel no está escrito en la nueva plaza de Chamberí: no hace falta. El veterano espacio público estrena este mes un diseño nuevo para un supuesto problema: la presencia de indigentes.Ni agua ni lecho. Los bancos de madera están relucientes y son abundantes, pero ofrecen posibilidades limitadas: no se puede tumbar en ellos, pese a que hay dos modelos distintos.

Los de tamaño convencional -para cuatro personas- tienen justo en el medio, un hierro separador de cuatro dedos de ancho que los convierte en dos butacas, aptas para otras tantas parejas más o menos apretadillas. Como la frontera férrea queda a la altura del codo del sedente es imposible que un aduIto se tumbe aquí sin hacer el puente gimnástico o arriesgar una lesión de columna. En el otro modelo de asiento, yacer es del todo imposible: se trata de bancos individuales, puestos en corro con el respaldo hacia los árboles, jóvenes y numerosos. En el nuevo mobiliario de Chamberí ya no se podrá dormir a pierna suelta: como mucho alguna cabezada y sentados. El concejal del distrito, José Antonio García Alarilla, reconoce que el diseño es intencionado: "Para que no se tumben los mendigos".

El edil asegura que los vecinos se quejaban por la presencia de indigentes en la plaza, habitual hasta que hace más de un año comenzó la reforma del lugar para hacer un aparcamiento subterráneo. El estacionamiento ha traído de la mano el cambio de la plaza.

"Ahora ha desaparecido el ambiente que había antes, cuando la plaza tenía arcos. Los mendigos hacían sus necesidades", señala García Alarilla. La arquería -"una barbaridad estética", según el edil- fue la novedad de una reforma anterior acometida por el gobierno municipal socialista.

Ahora en la plaza de Chamberí hay visibilidad, pero acercarse a la nueva fuente es tarea imposible: habría que salvar una verjita y un parterre ajardinado de metro y medio de ancho. Hay un nuevo quiosco de música, pero tampoco se puede acceder a él: no hay escalera para salvar el metro largo que levanta desde el suelo.

"Los vecinos están encantados con la Pueva plaza", asegura García Alarilla, y hay quienes le dan la razón: los arcos estaban en el punto de mira de casi todo el barrio.

Sentado en un banco con frontera, Fernando, "usuario veterano", concede que la plaza está mejor ahora, aunque no le parece "óptima". "Falta sitio para los niños, pese a que la han agrandado. Pero es que como la de Olavide está llena de cacas de perro, todos los chavales tienen que venir a ésta"

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