Clínicamente muertos
Hace aproximadamente un año y medio mis padres y yo estuvimos en peligro de perder la vida. De hecho, tanto a mi padre como a mí se nos declaró clínicamente muertos durante un periodo de tiempo, en mi caso breve y en el de mi padre más prolongado.Ello fue debido a una fuga de gas tóxico por mal funcionamiento del calentador del agua de mi casa (actualmente eléctrico).
El motivo de mi carta es informar que, conforme a los testimonios de vecinos, médicos y personal del Samur (cuya intervención fue igualmente decisiva y valiosa), le debemos la vida (que no es poco) a los bomberos.
Tal vez por eso, cuando he leído la carta de J. Carlos Carabellera Sánchez -publicada en su periódico el 9 de agosto de 1995- he sentido la necesidad de contestar como lo estoy haciendo.
Pero también quiero saldar una cuenta moral de la que me avergüenzo ser deudora, y es el hecho de no haber agradecido aún personalmente aquella actuación. Gracias.
Únicamente añadir que hace unas semanas fui testigo directo del agotamiento, sudor, desesperación y esfuerzo denostado de un equipo de bomberos que intentaba evitar la propagación de un incendio. Eso sí es cojonudo-
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