Japón inquieta
Sin apenas transición, la economía japonesa ha pasado de proyectar en el resto del mundo, y particularmente en Occidente, el temor derivado de su fortaleza competitiva a una amenaza no menos inquietante sobre la estabilidad económica y financiera mundial. Inmersa en la crisis económica más seria de los últimos 50 años, las dificultades por las que atraviesan las entidades, financieras de aquel país constituyen ahora la fuente de una razonable inquietud, sobre sus implicaciones en un mundo altamente integrado e interdependiente. Cuando todavía se estaban ultimando los detalles de la liquidación de la cooperativa de crédito Cosmo, hundida en julio tras dos menores liquidadas el pasado diciembre, otra de ellas -Kyzu, la más importante por volumen de activos- era tambíén, intervenida ante la retirada masiva de depósitos. En el mismo día, el Ministerio de Finanzas suspendía las actividades de uno de los bancos regionales, el Hyogo, colapsado también por el continuo deterioro de su cartera, de préstamos.La rapidez con que las autoridades japonesas han reaccionado a estas dos últimas crisis no ha eliminado la percepción de vulnerabilidad en la que está sumido el sistema bancario de aquel país. Son más de 574.000 millones de dólares los préstamos de difícil recuperación en el conjunto del sistema bancario de ellos el 60% en las carteras de los 21 bancos comerciales más importantes, entre los que se encuentran los nueve mayores del mundo. Son operaciones en gran medida garantizadas con activos -inmobiliarios en una amplia mayoría- cuyos precios han experimentado importantes descensos, en particular desde el inicio de la recesión de esa economía hace más de tres años.
Si en un escenario económico y financiero como el actual cualquier factor de riesgo en un sistema bancario nacional es preocupante, en mayor medida cuando éste dispone de la envergadura del japonés. La capacidad defensiva de los recursos propios de las entidades más importantes y, desde luego, la explícita disposición de las autoridades a su respaldo no justifican las alarmas propias de un efecto dominó, pero tampoco pueden evitar la adopción de cautelas cuyas consecuencias sobre la estabilidad financiera internacional pueden llegar a rememorar la no muy lejana crisis de las saving and loans associations estadounidenses. El tamaño de la economía nipona, la magnitud de sus activos en el exterior y la internacionalización de sus empresas son circunstancias que justifican la extensión de esa inquietud más allá del ámbito es trictamente bancario, tanto más cuanto que esas tensiones bancarias coexisten con manifiestas dificultades para que esa economía recupere un ritmo aceptable de crecimiento.
Escapar de la espiral deflacionista en la que está atrapada es, paradójicamente, la condicion necesaria para la recuperación de esa economía y, desde luego, para el saneamiento de su sistema bancario. La continua caída en el precio de los activos inmobiliarios y de las acciones ha deteriorándolas posiciones financieras de empresas y familias, inhibiendo con ellas las decisiones de gasto, deprimiendo adicionalmente el valor de los activos y, nuevamente, acentuando el deterioro de los balances bancarios y dificultando el acceso a su financiación de las empresas y familias. La ausencia de expectativas razonables de una depreciación significativa del tipo de cambio del yen refuerza la adversidad de ese peculiar círculo vicioso, amparando la revisión a la baja de las previsiones de crecimiento de esa economía en los dos próximos años, fundamentales para la percepción de la vigencia de ese modelo de organización económica en el siglo XXI.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.