_
_
_
_

Yo bebo y tú no duermes

La vida nocturna de los veraneantes crea incidentes y no deja descansar

Cae la noche en la sierra de Guadarrama. El sol se acuesta detrás de la cruz del Valle de los Caídos. Enfrente, la luna nace amarilla por encima de los Siete Picos. Las familias que han salido a pasear por la tarde regresan a casa mientras que otros, la mayoría jóvenes, toman la calle y llenan los bares de moda. La noche culta los rostros, hace de la gente una masa anónima. Muchos lo aprovechan para vencer el miedo a lo prohibido. La calle suena con estrépito: peleas, gritos, cristales rotos, papeleras arrancadas, atascos... La diversión de unos perjudica a otros. Así, los vecinos que hacen frontera con las zonas de bares denuncian el escándalo callejero. La violencia irracional.El cruce de las calles de Carlos Martínez y de San Macario, en Guadarrama y el edificio Europa de Collado Villalba constituyen la zona de copas más concurrida este verano. Sólo en ese cruce hay cinco disco-bares que se reparten e intercambian el público. En esta zona se produjeron dos incidentes graves durante las fiestas del pueblo del 9 al 15 de agosto.

Más información
La sierra explota

Una mujer conducía a través del gentío en la calle de San Macario el día 15 pasada la medianoche. De pronto se vio rodeada por un grupo que cortó su paso. "Yo venía de trabajar y me dirigía a casa. Tenía que cruzar por esa calle. De repente, unos 25 ó 30 muchachos, todos ataviados con chalecos amarillos, se alinearon frente a mí. Creía que, como otras peñas, me iban a decir eso de 'si no pitas, no pasas', pero no fue así. Se acercaron y rodearon mi coche. Empecé a temerme lo peor. Unos por un lado y otros por otro, comenzaron a zarandear mi vehículo de tal forma que dejaban las ruedas en el aire en cada vaivén. A la vez apaleaban el techo y el maletero del coche; llegaron a arrancar el espejo retrovisor de un palazo. Metí primera e intenté salir de ese infierno. Mi primer instinto fue pegar un acelerón y atropellar a alguno de ellos, pero me contuve. Despacio, fui avanzando y logré escapar del grupo. Me detuve a unos metros de ellos y salí del coche para increpar a esos cobardes. Me siguieron amenazando me insultaron como salvajes luego fui a la Guardia Civil y denuncié los hechos" Ésta fue la pesadilla vivida por A. Serrano, de 36 años"-Me dio tal ataque de nervios que no pude dormir un minuto en toda la noche", añadió la víctima.

Los agresores eran componentes de la peña Los Clarines, de entre 16 y 22 años, que vestían un chaleco amarillo. "Eso no es diversión, es salvajismo puro. Disfrutan metiéndose con la gente", concluyó Serrano.

Otro incidente violento ocurrió en el mismo sitio dos noches después. El conductor de un Jaguar con matrícula holandesa atropelló a un peatón en la puerta de un bar. Circulaba borracho entre la multitud. El peatón se lesionó el dedo de una mano al intentar sujetarse al vehículo que lo embistió. El Ayuntamiento de Guadarrama reconoce que la situación se le fue de las manos en las fiestas: "Tenemos 12 agentes de Policía Local. Dos de ellos están de baja permanente. De los 10 restantes sólo dos patrullaban esa noche", explicó José Antonio Garrido, primer teniente de alcalde de Guadarrama

En la calle de San Macario, pegados pared con pared, hay una residencia de ancianos y un bar de copas. Los ancianos no pegan ojo por el ruido que llega de la calle. "No me quejaría si el ruido durara hasta las dos de la madrugda, pero es que no acaba hasta las seis o las seis y media. Se escuchan gritos, broncas, viene la policía... Yo comprendo que los jóvenes necesiten divertirse, pero deberían hacerlo de una forma más civilizada", lamentaba Laudelino Piñuela, de 75 años. Aurelia Jiménez, invidente de 56 años, explicó con ironía: 'Contaba ovejitas, pero no me podía dormir. Estaba nerviosa por todo el jaleo que había en la calle". Cabe decir que la residencia se construyó después que el bar.

Juan Antonio Herrero es vecino de Guadarrama y profesor en la Universidad Estatal de California, en Los Ángeles. Siempre regresa al pueblo en vacaciones. "Cada vez que vuelvo me sorprendo más de cómo se divierten los jóvenes, pero esta vez ha sido ya el colmo. El jaleo nocturno, que se agudiza los fines de semana, es escandaloso y perjudica la salud de los más débiles frente a los más fuertes: de los ancianos frente a los jóvenes. Les podría conducir hasta la muerte por infarto". Herrero tampoco concibe cómo el Ayuntamiento tolera la suelta de vaquillas en la plaza de toros a las tres y media de la madrugada: "En especial la vaquilla de la sangría". Esta fiesta consiste en sortear al animal en el ruedo para poder beber sangría hasta emborracharse. Una vaquilla le rompió la clavícula a un adolescente ebrio en el encierro del día 14 en Guadarrama. El primer teniente de alcalde asegura que "son las peñas las que pagan las vaquillas y quien permite este tipo de celebración es la Delegación de Gobierno". Garrido se equivoca: quien da los permisos es el Gobierno regional.

En Galapagar también hay quejas por el ruido nocturno en las terrazas de los bares. Las calles Soberanía, La Frutera y El Escorial forman la zona de marcha en el pueblo. El alcalde, Eugenio de Pablo, del PP, comenta ante las quejas de los vecinos: "Es muy difícil compaginar el derecho de divertirse de unos con el de descansar de otros". Collado Villalba pretende sacar todos los bares de copas del edificio Europa y sus alrededores fuera del casco urbano, en un polígono industrial. Las quejas de los vecinos presionan al Ayuntamiento. Las licencias de los bares apenas tienen dos años.

En San Lorenzo de El Escorial las terrazas se llenan todas las noches. Al ser un pueblo de calles estrechas, los noctámbulos sufren problemas de aparcamiento. Aparcan sus coches de cualquier forma; impiden el paso a los camiones, de basura. Para evitarlo, el Ayuntamiento invirtió el horario de recogida de por la noche a por la mañana. La experiencia funciona.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_