_
_
_
_

Culpables de sobrevivir

Cruz Roja Internacional tiene un departamento especializado en la ayuda psicológica a sus delegados

No existen estadísticas sobre los desórdenes psicosomáticos que padece el personal humanitario que trabaja en los conflictos armados. Pero el hecho de que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) con sede en Ginebra haya puesto en marcha un departamento dedicado a proporcionar ayuda psicológica a muchos de sus delegados que vienen de la guerra con un cuadro de estrés traumático da una idea de los crecientes estragos del cada vez mayor número de conflictos bélicos que azotan el planeta.La responsable de este departamento creado en 1992, Martine Bourquin, dice que si la organización se preocupa ahora de este tema es porque ya no se respeta al emblema del CICR como antes y cada vez hay más misiones donde se precisan escoltas armados o vehículos blindados para hacer el trabajo.

En el CICR, guardián de las convenciones de Ginebra relativas a los prisioneros y a los heridos de guerra, dicen desconocer el número de personas afectadas "porque no es lo más importante para la organización", pero vigilan estrechamente al personal que vive en condiciones difíciles y poco seguras tanto durante su estancia en las mismas como a su regreso a casa.

A pesar de que una parte de la preparación del personal antes de ir al terreno consiste en enseñarles a afrontar y reaccionar en situaciones difíciles y a distinguir los primeros síntomas del estrés, "siempre se produce un shock, aunque las reacciones pueden ser muy diferentes".

Y es que no es fácil ser testigo de tanta violencia y tanta muerte, a veces muy cercana. Las primeras consecuencias son que la mayoría se siente culpable de haber sobrevivido. "Estoy vivo y todos los demás han muerto y no he podido hacer nada para evitarlo", son los comentarios habituales de la víctima del estrés traumático, dice Bourquin, quien mientras se celebraba esta entrevista tuvo que dar los primeros consejos para proceder con una delegada en Tuzla, próxima candidata a la evacuación para ser tratada por los psicólogos.Los síntomas aparecen a diferentes niveles. A menudo, surgen las enfermedades. En esa primera situación, los afectados no tienen ganas de comer y sufren los primeros insomnios, las pesadillas, los recuerdos súbitos ligados a olores, ruidos y otro tipo de percepciones sensoriales. El comportamiento cambia. "Una persona que antes era muy sociable se encierra en sí misma", explica Martine Bourquin.

Bourquin dice que los cambios que aparecen en el carácter son los síntomas que siguen a una situación traumática. "Entonces, hacemos hablar a la gente de las experiencias que han vivido", dice Bourquin, "a fin de que el que interroga tenga una mejor imagen de la situación. También hacemos que hablen de los pensamientos que pasaron por su cabeza en ese momento, para demostrarles que, efectivamente, hicieron algo y puedan apartar de su cabeza ese sentimiento de culpabilidad".

Esta enfermera, que pasó ocho años de delegada de la Cruz Roja en Asia, África y América Latina, les hace hablar a los afectados de las emociones sentidas para que puedan "reagrupar" sus pensamientos. "A menudo, la gente se pone a llorar y deja escapar así la tensión acumulada", añade. "Esta reacción es normal y no deben tener miedo a enloquecer". Ahora, lo que se necesita es tiempo para curar "esta herida del alma". Hasta un mes. Y si persiste hay que volver a hablar. En contra de lo que pueda parecer, la vuelta a casa siempre es difícil para un delegado. Tiene la impresión de que nadie le entiende.

A pesar de que ha visto la muerte de cerca en muchas ocasiones -trabajó como enfermera en la frontera tailandesa en la línea del frente y varias veces tuvo que correr para escapar de los bombardeos -, una de las experiencias que más ha marcado a Bourquin ha sido la de la guerra de los Balcanes, donde el Comité de la Cruz Roja tiene en la actualidad hasta 154 delegados. "Encontrarse en un paisaje, parecido al de Suiza, con la misma cultura y donde expresan las emociones de la misma manera que nosotros, es más difícil de entender", dice tras haber visitado la mayoría de los escenarios del conflicto, donde la guerra está dejando profundas marcas psicológicas tanto entre la población como entre las fuerzas armadas implicadas."La bomba que cayó el 25 de mayo pasado en Tuzla y mató a 71 personas fue particularmente desoladora", dice Bourquin, quien esa misma mañana había abandonado la ciudad. Pudo regresar cuatro días más tarde. "Para que la acción sea verdaderamente eficaz, debe emprenderse entre 48 y 72 horas después del incidente".

Bourquin empezó a tratar a colegas locales y después a un grupo de 30 psiquiatras, psicólogos y psicoterapeutas víctimas también del estrés traumático causado por la bomba y que han tenido que hacer frente desde entonces a otras muchas situaciones de tensión y, sobre todo, a los miles de refugiados que huyeron del infierno de Srebrenica. "La sucesión de traumatismos no deja tiempo para que la gente se cure".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_