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Toros chamuscados

2.000 personas celebran en un mar de chispas la fiesta del fuego de Cenicientos

Los habitantes de Cenicientos aman los toros, la pólvora y la juerga, y, en la noche de su Pobre de mí, los reúnen a todos. Todo el pueblo asiste al espectáculo: dos horas de chispas, humo, risas y gritos. La cita es el sábado a media noche en la plaza del Ayuntamiento. El rito: correr a los ocho toros de fuego que sacan los voluntarios de la peña Atalajacalarreja y esquivar, imitando bailes ancestrales, los 1.200 correpiés (cohetes sin varilla que serpentean por el suelo soltando gran cantidad de chispas) que lanzan los integrantes de la peña Fuerte Movida. El riesgo, salir chamuscado. Ayer, 76 personas necesitaron pomada para restañar pequeñas quemaduras en manos, brazos y piernas.Los camisas celestes de la peña Atalajacalarreja costean de su bolsillo los casi tres millones que cuesta sacar a los astados de esta guisa: lomo y testuz. de aluminio, un voluntario como sistema locomotor y, de defensas, una parrilla de fuegos artificiales y correpiés. El toril nunca es el mismo, y las más de 2.000 personas que esperan en la plaza y sus alrededores nunca saben por dónde va a aparecer el toro-dragón.

Francisco Alburquerque, que saca al primero de la noche desde que se instaló esta tradición hace 10 años, se coloca un capuchón y unos guantes y se mete bajo el lomo del cornúpeta. Un compañero de peña enciende la mecha y el minotauro cobra vida entre un estruendo de chispas y chillidos. Dejando tras él una cortina de humo y un intenso olor a pólvora que se pega a la garganta, emprende la carrera. "Hay que estar en buena forma física y meterse por donde más gente haya, sobre todo señoras con falda", explica.

Los camisas rojas, los de la peña Fuerte Movida, inauguran la madrugada con una falla y una mascletá, y luego se dispersan para lanzar en el terreno acotado -está prohibido más allá de la plaza- los 1.200 correpiés que elevan la temperatura de la noche. A los toros se los ve venir desde lejos, pero las carretillas son más traicioneras, sobre todo las que salen disparadas hacia arriba y revolotean unos minutos por los tejados extinguiéndose en una lluvia de pequeñas chispas.

"Hay que esperar alerta, atento a los bufidos del correpiés, 37 saltar cuando se acerquen las chispas", explica un veterano para el que la norma de oro es ir bien tapado con ropa de algodón, "porque si sufres una cornada, la fibra se queda pegada a la piel".

Este año la fiesta acabó a las dos de la madrugada del domingo, sin que se hubieran utilizado las tres ambulancias ni el seguro contratado por el Ayuntamiento para cubrir daños a inmuebles. Protección Civil sólo intervino para limpiar pequeñas quemaduras.

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