Un periódico no puede ser un cuento de hadas
En más de una ocasión he explicado en esta columna que de la experiencia de este departamento queda claro que este diario no tiene lectores clónicos. Al revés, suelen ser muy variopintos, aunque predomine el lector severo en exigimos rigor informativo y ética profesional.En algunas ocasiones incluso lo que a unos lectores les encanta a otros les patea. Por ello, cuando a veces un lector insiste para que introduzcamos ciertos cambios o protesta por algo que se ha eliminado, lo que quizá no sepa es que otros lectores, como él, podrían oponerse a dicho cambio o se muestran encantados con lo que se ha suprimido.
A mi vuelta de vacaciones me he encontrado precisamente con la carta de una lectora de 21 años que, desde Thassos, muestra su desacuerdo con las críticas que otros lectores habían hecho a un cierto tipo de información de este diario por lo que se refiere a algunos casos de sucesos dramáticos. Las críticas habían aparecido en mi columna del 11 de junio pasado, que se titulaba Los lectores observan falta de sensibilidad y de calidad. Uno de dichos lectores se quejaba con estas palabras: "¿Cree usted que el relato dantesco y detallado sobre el asesinato y secuestro de un joyero es socialmente necesario? ¿Piensa su redactor en lo que puedan sentir las personas de su familia si tienen la desgracia añadida de leer su crónica? Ustedes sólo intentan agilizar el producto para venderlo mejor".Pues bien, Anja M. Deelder escribe, desde Grecia: "Puede que 21 años le parezca una corta edad para atreverme a criticar a otras personas adultas. Aun así voy a permitirme la desfachatez de hacerlo. Desde hace casi cuatro meses resido en Grecia. Siempre había sido una fiel lectora dominical, y ahora, al disponer de más tiempo, estoy convirtiéndome en una lectora asidua. Aquí me han corroborado una idea que yo ya tenía: que EL PAÍS es uno de los mejores (si es que no es el mejor) periódicos de Europa. En Holanda y otros países europeos también comprobé lo mismo".
"Ahora bien, puede que haya cosas que, a título personal, nos desagraden, pero éstas suelen ser muy puntuales. Sin embargo, me chocó el ver que hay personas que pretenden que una muerte violenta se redacte como si de un paseo por la Castellana se tratase. Las personas que se sienten heridas al leer cómo, cuándo y dónde se ha producido un atentado o un crimen mortal deben caer en la cuenta de que tienen la suerte de estar leyéndolo y de no haberlo vivido. Creo que dichas personas se deberían sentir mucho más heridas, incluso indignadas, si en circunstancias que a ellas les afectaran hubiesen comprobado que su experiencia había sido redactada de una manera tan soft que le restase importancia a lo ocurrido".
Añade la joven, lectora: "Al final de su artículo me invadía la tristeza viendo que aún hay personas partidarias de un método de censura y con unas ideas tan radicales y dictatoriales que, a su vez, no se dan cuenta de que son ellas las que hieren de este modo los sentimientos de muchas personas ". Y concluye: "Un periódico no es un cuento de hadas y tiene el deber de transmitir los hechos tal y como ocurren cuando además tiene la suerte de editarse en un país con libertad de expresión".
En una apostilla añade: "Quiero dar las gracias al diario por permitirme leer las noticias de cada día con rigor informativo sin formar parte del club de la prensa sensacionalista y desacreditada de Europa".
El Defensor del Lector ha tomado esta carta como emblemática primero de una lectora -ya que a veces se nos dice que es el género femenino el que más se escandaliza de ciertas informaciones fuertes- y de una joven que nos alerta, con sabiduría, para que no caigamos en dos extremos igualmente peligrosos: el de no informar completamente sobre un determinado hecho por un falso miedo a herir susceptibilidades y el de caer en la tentación de secundar, por amor a intereses bastardos, a una cierta prensa "sensacionalista" europea.
El decálogo del lector
Otro lector, Alberto Amador Iscla, de Valencia, ha enviado esta vez no una crítica, sino lo que él apellida Decálogo del lector de periódicos, que este departamento del Defensor del Lector propone como creativa curiosidad al examen de los otros lectores. Reza así:1. Lo acaecido en los tiempos del Imperio de Roma lo conocemos a través de los romanos.
2. Lo que no sale en los periódicos también sucede y parte de lo que sale no ha sucedido nunca
3. No confundirá la opinión pública con la periodística. La opinión pública probablemente no existe; si existiera, no podríamos conocerla, y si la conociéramos, no tendríamos por qué compartirla.
4. Para juzgar grandes acontecimientos o a importantes personajes te alejarás en el espacio (miles de kilómetros) y en el tiempo (décadas, y si hace falta, siglos).
5. Leerás de cabo a rabo los reportajes internacionales sobre países que no están de moda; de las crónicas de guerra hojearás los titulares; de los atentados, ni los titulares.
6. No te creerás que el honor nacional o local está en juego en partidos de fútbol, finales de tenis, carreras ciclistas y otras muestras de habilidad deportiva.
7. Las páginas de sucesos recogen siempre conductas humanas invariables a lo largo de los siglos, sólo que antes ocurrían con mayor frecuencia relativa.
8. La noticia más indignante es la que lleva faltas de ortografía.
9. No te dejarás impresionar por el tamaño de la letra.
10. Si tienes tiempo para reflexionar, dedicarás todo tu esfuerzo a los asuntos que suscitan unanimidad. Y estos 10 mandamientos se resumen en uno: no comulgarás con ruedas de molino.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector o telefonearle al número (91) 337 78 36.
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