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Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR
Tribuna
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Quejas veraniegas

Juan Arias

Al regresar de vacaciones me he encontrado con un voluminoso paquete de cartas, y mi secretaria me ha comentando que han continuado las llamadas telefónicas. Y debo confesar que el calor veraniego ha agudizado también el tono de las críticas.La verdad es que la cosa me halaga, ya que ello demuestra que nuestros lectores siguen interesándose por la calidad y objetividad de nuestro diario, incluso tumbados al sol en la playa o caminando entre los bosques en la montaña. Y por supuesto que nos siguen leyendo.

En este mes de agosto, la mayoría de los responsables del periódico se toman sus merecidas vacaciones, por lo que no es fácil acudir a ellos para pedirles explicaciones acerca de las críticas más de fondo de los lectores, como, por ejemplo, la que presenta Fernando Guijarro desde Granada en polémica epistolar, a través de la edición andaluza, con el escritor y académico de la lengua Antonio Muñoz Molina. El problema que plantea el lector granadino es si es posible "criticar al crítico". Se refiere al hecho de que -como yo mismo he indicado en otra ocasión en esta misma columna- el Defensor del Lector no puede intervenir en los artículos de "opinión", de los que son únicos responsables los autores y, lógicamente, en definitiva, el director del periódico, que tiene la facultad de "rechazar" un artículo.

Pero el lector se plantea el caso en que dicho escritor, en su artículo de opinión, mezcle presuntos juicios falsos sobre determinadas personas. ¿Puede intervenir en ese caso el Defensor del Lector pidiendo cuentas al opinionista?

Desde Madrid, Bemardo de Llobét, un lector fiel de este diario, hace una confesión que se nota, por el tono de su carta, que le cuesta formular. Y creo en su sinceridad, aunque no pueda compartir todas sus quejas. "Pienso que objetivamente EL PAíS no es ya lo que era", dice. Y puntualiza: "No es ya un periódico de avanzadilla ni de progreso, ni, como dirían los filósofos, 'una forma de pensar' pionera y que vaya por delante de la sociedad haciéndola avanzar". Y concluye: "Cuando se lo propone borda las cosas, como ocurrió en el tratamiento, por ejemplo, de las elecciones municipales y autonómicas, pero, luego, en el tratamiento del Cesid y de los GAL, sin ir más lejos, le falta a veces el norte en cuestiones básicas", aunque el lector no concretiza en qué se nos escapa la brújula.

Fotografías complacientes

Por su parte, Lluís Fontboté, del Département de Minéralogie de la Université de Genève, escribe desde Ginebra: "Como lector de EL PAÍS me siento muy defraudado por el tratamiento gráfico que le han dado a la entrevista a Rafael Vera publicada el sábado 15 de julio.Las fotografías en el jardín y en el tobogán tratan de establecer una corriente de simpatía (¿y complicidad?) hacia él. No es el papel de EL PAÍS hacer esta labor sucia de intentar hacer a toda la sociedad española cómplice de los GAL, que está, además, en contradicción con su línea editorial de defensa de la democracia. Desgraciadamente, una imagen vale a veces más que mil palabras. El recuerdo que queda es la cara sonriente e idílica de Vera, no las barbaridades que translucen en la interesante entrevista".

En la misma línea ha telefoneado, desde Madrid,. Eduardo Ferrera para quejarse de la información aparecida el jueves pasado en la página 13 sobre los nuevos sumarios abiertos por el juez Garzón sobre atentados de los GAL contra etarras en Francia: "No le niego", dice el lector, "que soy un hombre de izquierdas y que he sido antifranquista durante cuarenta años. Y que mi periódico es el de ustedes. Pero me ha dolido ver en dicha información que se dan las fotografías de los etarras presuntamente asesinados por los GAL con unas caritas de seminaristas buenos, sin que en la misma información se haya hecho el perfil de dichos angelitos para que los lectores sepan también las fechorías que habían hecho. No para justificar la acción de los GAL, sino por pura objetividad de información".

A la argentina María Díaz, que escribe desde la Costa Brava, le ha molestado el que el domingo pasado, hablando sobre "datos culturales" de Argentina, nos hayamos limitado a recordar que "ganó la Copa de fútbol mundial en 1978 y el Mundial de México en 1986, que los argentinos beben todos los días una infusión llamada mate que se extrae de un árbol y que los gauchos que trabajan en los enormes ranchos ganaderos de Argentina son héroes populares y han dado origen a bailes con pasos complejos y muy rápidos". La lectora escribe con ironía que -por si se nos había olvidado-, entre los datos culturales sobre su país, se podría haber indicado, por ejemplo, que tienen en su haber cinco premios Nobel (tres científicos y dos políticos). Que entre sus escritores figuran algunos no despreciables, como Borges y Cortázar; entre sus artistas, Julio Bocca y Ginastera, y entre sus deportistas, Fangio, Monza y Maradona. Y concluye dolorida: "¡Por favor, cumplan con su proverbial hidalguía!".

Estafa informativa

Desde Bruselas, una española residente en el extranjero desde hace 20 años nos recuerda que "la mala información equivale a una estafa de índole mental", y escribe para decimos que lee con frecuencia EL PAÍS y que encuentra sus artículos "amenos y variados", pero también, iay!, con muchas inexactitudes que dañan a los lectores". Y propone algunas de las que ella puede dar fe que son equivocaciones: En El País Semanal, hablando del filme alemán El puente, el periodista dice que "ni siquiera fue difundido en España". Y afirma la lectora: "Yo, con muchas otras personas, tuve la suerte de verlo en el cine Avenida de La Coruña". Luego se había proyectado en España. En otra crónica, dice la lectora, "sobre el sacerdote navarro recientemente expulsado de México, escribe, la periodista que el sacerdote tiene 35 años y que fue militante antifranquista antes de entrar en el seminario. Consultando el diccionario leo que Franco falleció en 1975, luego este joven tenía justo en el año de la muerte del dictador 15 años, por lo que colegí que dicho muchacho debió empezar su lucha antifranquista apenas dejado el chupete".Y como éstas, muchas otras críticas han llegado y siguen llegando a este departamento durante mis vacaciones. De algunas de ellas espero ocuparme con mayor detenimiento después del verano. Otras he querido presentarlas para conocimiento de los otros lectores, en ese diálogo que he querido que se abra entre ellos y nosotros.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector o telefonearle al número 91 / 337 78 36.

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