Zagreb asegura que permitirá el trabajo de la ONU y las organizaciones humanitarias
ENVIADO ESPECIALDespués de la victoria se puede ser magnánimo. El ministro de Exteriores de Croacia, Mate Granic, anunció ayer en Ginebra que la ofensiva en Krajina concluirá hoy algo que los hechos se encargaron de sobrepasar horas después. Excepto al alto el fuego, dijo que sí a todas las peticiones de su homólogo español, Javier Solana. Entre éstas destaca permitír el acceso a la región -que conquistaron los serbios en 1991 y ahora recuperan los croatas- de la ONU, la Cruz Roja y 180 Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) que operan ya en su país.
Solana fue el encargado de leer la cartilla, en nombre de los Quince al representante croata. Lo hizo en el Palacio de las Naciones de Ginebra, acompañado por los mediadores en la antigua Yugoslavia de las Naciones Unidas, Thorvald Stoltenberg, y de la Unión Europea (UE), Carl Bildt, así como por el comisario para Europa del Este, Hans van den Broek.La abrumadora mayoría de los cerca de 120.000 habitantes que quedaban en Krajina, según la estimación de expertos de la ONU, eran serbios. Hasta ahora ha huido la cuarta parte de su población pero es probable, según vaticinó Granic, que se marche hasta el 95%. Se tratará así, reconoció, de la mayor huida de civiles en un plazo de tiempo tan corto desde que hace cuatro años empezó la guerra. A todos aquellos que opten ahora por irse les garantizó el derecho al retorno.
Esta importante concesión de Granic a Solana iba acompañada, además, del compromiso de facilitar de nuevo el trabajo en la región a todas las organizaciones internacionales humanitarias, algo que Zagreb no hizo cuando se apoderó en mayo de la Eslavonia occidental.
El ministro croata aceptó también respetar los derechos humanos "con criterios eurDpeos"; aplicar en la zona conquistada la Constitución croata y la ley de protección de minorías; presentó públicamente sus disculpas a la ONU por los tres cascos azules muertos -Solana protestó enérgicamente por las vejaciones a las que fue sometido el contingente danés- y prometió por último, investigar "con determinación" esos hechos, así como las acusaciones de bombardeos indiscriminados formuladas contra el Ejército croata.
A puerta cerrada, Granic refutó, sin embargo, las denuncias sobre el ensañamiento de la artillería serbia contra Knin, la capital de Krajina. Sostuvo que sólo se atacaron objetivos militares y que, cuando empezó el bombardeo, era ya una ciudad desierta. Bildt propuso que el Tribunal penal internacional para los crímenes de guerra en la antigua Yugoslavia se pronuncie sobre lo verdaderamente acaecido en Knin.
"Creo que hemos obtenido algunos compromisos", declaró Solana satisfecho al final de la reunión. En su entorno se subrayaba la importancia que reviste la autorización dada a la ONU y a las ONGs de volver a la Krajina, donde tienen "una gran tarea humanitaria por delante", afirmó el ministro. Su presencia permitirá evitar matanzas.
Otras concesiones arrancadas al ministro croata tienen mucho menos alcance. El derecho al retorno no significa nada para las decenas de miles de refugiados que abandonan sus lugares de residencia en condiciones trágicas, como tampoco supone una garantía la aplicación inmediata de la ley de protección de minorías. Rige también en Zagreb, pero cada día un puñado de serbios se marcha de la capital croata para no seguir sintiéndose ciudadanos de segunda.
Con los soldados serbios de Krajina, Zagreb no, tiene nada que negociar, según Granic, aunque fuentes castrenses de la ONU dicen que, lejos de haber desaparecido, el Ejército de esa autoproclamada República intentará ahora una guerra de guerrillas desde las montañas. También hizo caso omiso del plan que diseñaron en su día la UE, EE UU, Rusia y la ONU para otorgar a Krajina una amplia autonomía dentro de Croacia.
Su próximo objetivo es entablar un diálogo "con las autoridades serbias de Eslavonia oriental sobre su reintegración pacíficá" a Croacia, anunció Granic. Las verdaderas intenciones de Zagreb a propósito de esta rica región petrolera situada dentro de las fronteras reconocidas de Croacia, con la que tiene unos límites similares a los que tiene con Serbia, pero que se encuentra económicámente muy ligada a Belgrado desde su conquista por los serbios en 1991, suscitan serios interrogantes.
Envalentonado, acaso, por el éxito militar, el presidente croata, Franjo Tudjman, puede tener la tentación de recuperar por la fuerza esa región, pero parece poco probable que el presidente serbio, Slobodan Milosevic, permaneciera entonces de brazos cruzados porque, a diferencia de Knin, Eslavonia es un territorio colindante con Serbia.
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