Por la cara
Vayamos a los clásicos de nuestro tiempo. En La ley de los fuertes, de la serie Ases del Oeste, de Keith Luger, hay el siguiente diálogo: -¡Usted sería capaz de disparar contra su abuela si le pagasen un dólar por ello!-¿Usted cree? ¿Cómo lo sabe?-Basta mirarle a la cara.Es cierto. Basta mirarles a la cara. Haber observado su muta"ción en secuencias de telediario. Caras achuladas, de los que llevan el Estado en los cojones. Caras de póquer, con una dalia negra en el Ojal. Caras de lija, de afeitarse hacia arriba. Caras de embutido, tripas rellenas de carne picada y billetes verdes. Y, al final, caras de sebo, de margarina barata, blandengues y sudorosas.Tal como Humphrey Bogart dividía el mundo entre ineptos y profesionales, para mucha gente, por lo que oigo, éstas son sobre todo caras de ineptos. Del primero al último. Y si estremece lo criminal, se comenta con sorna lo que tuvo de chapuza. Tipos que dejan más huellas en una alfombra que un elefante en el barro. Sí, una chapuza. La verdadera identidad nacional. Mortadelo y Filemón, Pepe Gotera y Otilio, esos espías del Cesid a los que reconocían en los aviones por leer sólo deportes y no saber idiomas, etcétera. Luego viene la ingeniería comparada de las cloacas. Porque, por lo visto, los franceses, los alemanes y los ingleses lo hicieron mejor. Profesionales. No dejaron con las tarjetas de crédito un rastro semejante al limo de las babosas.
Y, sin embargo, eso es lo único que hay que agradecerles a los que montaron los GAL. Que hayan, sido unos ineptos. Como en el War Games de Richard Hamilton, ese cuadro de la guerra moderna, el televisor rezuma gotas de sangre. Si lo llegan a hacer "bien", la madera del televisor sería la lapa de un ataúd.
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