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Miles de animales huyeron de Somosierra y otros murieron asfixiados por el humo del incendio

Vicente G. Olaya

La lucha por la vida se ha desatado con ferocidad en Somosierra. Los animales salvajes que habitaban en esta parte de la sierra, que fue arrasada por el fuego durante cinco días, luchan ahora por sobrevivir. Su desesperada huida de las llamas está provocando una desestabilización de los ecosistemas próximos donde se refugiaron, como la sierra de Ayllón o el entorno del hayedo de Montejo. Según los ecologistas, "la mayor parte de estos animales morirá al no haber sitio para ellos en los nuevos asentamientos. La lucha entre los nuevos y los viejos inquilinos será a muerte".

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Nadie conoce a ciencia cierta el número exacto de animales salvajes que habitaban en esta parte de la sierra. No obstante, se sabe que en las más de mil hectáreas arrasadas por el fuego, vivían corzos, jabalíes, zorros, gatos montés, garduñas y comadrejas. Sobre los cielos de esta parte de Madrid volaba además una pareja de águilas reales, azores, águilas ratoneras, cernícalos, carabos, palomas torcaces, arrendajos y una multitud de pequeños pájaros.Para Santiago Martín Barajas, portavoz de la asociación ecologista Aedenat, la cuestión no es ahora cuántos animales han muerto bajo las llamas, sino que un ecosistema estable ha desaparecido por completo y que ello traerá graves consecuencias para los hábitats cercanos.

Frágil pirámide

Barajas lo explica detenidamente: "Por ejemplo, el gato montés de Somosierra ocupaban la cima de una pirámide biológica muy compleja y débil. Por debajo de ellos se sitúan los roedores que les sirven de alimento y cuyo hábitat ha sido destruido por las llamas, así como las hierbas y los brotes tiernos. Esta vegetación es la base de la pirámide biológica. Si no hay hierba, no hay roedores, y sin roedores no hay gatos. Es sencillo", dice Barajas. "En consecuencia, los gatos tienen que emigrar hacia otros ecosistemas próximos, donde se convierten en auténticos intrusos para el gato montés que allí vive. A partir de ese momento se establece una lucha a muerte. El desastre ecológico es seguro, porque en el ecosistema que invaden no caben más felinos". Este ejemplo es aplicable al resto de especies.Los vecinos, de los pueblos afectados y los ecologistas coinciden al señalar que una parte, de los animales ha muerto asfixiada en las cortadas de los montes. Explican su muerte de la siguiente manera: "El ejemplar desciende por las laderas en dirección contraria al fuego. Busca refugio en las vaguadas. El fuego, sin embargo, cruza de un lado a otro de la cortada y se extiende por ambas laderas. En la parte baja se crea una bolsa de aire que, poco a poco, se reduce. Los ejemplares quedan atrapados entre los fuegos y, finalmente, perecen asfixiados cuando el oxígeno se acaba", comenta el edil de Somosierra Juan Carlos Sanz.

Hacia dónde han ido las aves de esta zona no se sabe. Fernando Garcés, portavoz de la asociación ecologista Grefa, cree que la mayoría pudo huir, pero algunas de nidificación tardía perecieron en las llamas. "Los polluelos de las águilas culebreras, alcotanes, águilas calzadas y gavilanes no pudieron levantar el vuelo porque todavía, no estaban volantones. Los nidos se abrasaron con los pollos dentro", remacha Garcés.

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El alcalde de Somosierra (104 habitantes), Teodoro Gil, del PSOE, reconoce que aún nadie ha descendicio a las vaguadas de los montes arrasados. "Cuando lo hagamos, vamos a encontrarnos con una auténtica carnicería", vaticina.

Los ecologistas calculan que la zona tardará unos veinte años en recuperarse. El proceso será muy lento. "Posiblemente, con las primeras lluvias de septiembre rebrotará parte de la naturaleza. Pequeños mamíferos se acercarán, a comer los brotes. A medidados de otoño llegarán los jabalíes y los corzos. Los carnívoros no regresarán hasta finales del año que viene. Este proceso de recuperación está a expensas de la cantidad de lluvia que caiga en los próximos meses y de la limpieza de los montes. La falta o el exceso de lluvias puede arruinar la regeneración", dice el portavoz de Aedenat.

Los ecologistas mantienen que si no se transplantan pronto los pinos quemados surgirán plagas que afectarán a los árboles que sobrevivieron. "El desastre puede aumentar", terminan.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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