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Música, maestro

Montallyo / Rosa, Carrión, Senda

Cuatro toros de Montalvo: bien presentados; lo devuelto por inválido; el sustituto y 5º encastados, 3º manso. Tres de Castilleja de la Huebra: bien presentados; 2º muy flojo y pastueño, 4º inválido y amodorrado, 6º bravo.

Ángel de la Rosa: estocada trasera y rueda de peones (ovación y salida al tercio); estocada corta trasera (palmas y también algunos pitos cuando saluda). Manolo Carrión: estocada perpendicular caída, rueda insistente de peones, dos descabellos -aviso- y siete descabellos (aplausos y también pitos cuando saluda);bajonazo perdiendo la muleta (oreja). Paco Senda: espadazo infamante cerca del costillar (silencio); bajonazo escandaloso (aplausos).

Plaza de Valencia, 23 de julio. 3ª corrida de feria.

Dos tercios de entrada,JOAQUíN VIDAL, Valencia

Valencia es una de esas plazas donde apenas ha dado dos pases el matador ya están gritando en el tendido: "¡Música, maestro!". Y el maestro -dicho y hecho- blande la batuta, hace así, y la banda se pone a tocar el pasodoble. A veces son tan malos los pases del torero que se resiste -sólo un poco; par de minutos, en el mejor de, los casos- y entonces gran parte de la plaza corea "¡Mú-sica, mú-si-ca!" acompañándose con palmas de tango. Muy divertido,

Lo que no había ocurrido en la plaza, de Valencia -quizá en ninguna- es que a la banda le entrara el hipo. Fue durante el quinto de la tarde, mientras Manolo Carrión pegaba pases, de esta guisa: redobló de repente el atabal, dio un golpe seco el gachó del bombo y paró el pasodoble.

Apercibido el público, se revolvió Furioso, protestó vehementemente, dirigió al maestro y su banda gruesos improperios. Y en esto que banda y maestro reemprendieron la marcha con un pasodoble distinto, atacaron unos cuantos compases y se repitió todo lo anterior: atabal, bombo, improperios, fenomenal algarada del gentío puesto en pie. Mas no sería la última, ni la antepenúltima, y la entrecortada interpretación que hizo la banda de las más selectas piezas de su variado repertorio duró la faena entera, hasta el horrendo bajozano final que propinó Manolo Carrión. Y pues la plaza era una algarabía, y muchos consideraron desaire a Manolo Carrión la insólita actitud del maestro y su banda, hubo petición de oreja reivindicativa, que el presidente se apresuró a conceder. Y todo el mundo contento.

Oreja, preciado tesoro. El público valenciano -a salvo una minoría de aficionados que sufre en silencio- si no ve oreja bonsidera que ha perdido la tarde, y la pide con vigorosa agitación de la almohadillas, aprovechando la feliz circunstancia de que son grandes y son blancas. Toro y toreo ya le importan menos.

Es lo cierto que el toreo de Manolo Carrión a ese quinto toro desorejado careció de ajuste, gusto y templanza. Muy distinto al de su primera faena, que esa sí la cuajó dominadora, ligada y sentida. La primera faena de Manolo Carrión recordó en varias tandas de redondos y naturales, al prometedor torero que fue no hace tanto tiempo. Mató muy mal y perdió la oreja, que tenía ganada sin necesidad de recurir al triunfalismo ni a la música, maestro.

Un toro de genio, sustituto del inválido que abría plaza, le correspondió a Ángel de la Rosa, y si al principio lo muleteó dubitativo, faena adelante se recreció y aún pudo ceñir tandas de derechazos de indudable mérito. Al cuarto, un inválido atontado, le porfió hasta ponerse pesadísimo, sin poder sacar ni una solo pase de mediano lucimiento.

La ley de las compensaciones se cumplió cabalmente con Paco Senda, a quien le salieron el toro más manso y el más bravo de la corrida. Al manso-probón, hierro Montalvo, le porfió insistentemente, cuando embestía no conseguía mandar ni templar, sufrió dos desarmes, mató mediante un mandoble carnicero a la altura del costillar, y se quedó tan ancho.

El bravo, hierro Castilleja de la Huebra, que tomó pronto, de largo y entregado, el segundo puyazo, desbordó a Paco Senda. Cuantos más muletazos daba -siempre precipitado, sufriendo continuos enganchones-, más evidente resultaba la encastada nobleza del toro.

La paradoja es que la faena transcurió variadísima; dio Paco Senda pases de todas las marcas -derechazos y naturales con los correspondientes de pecho; trincherillas, circulares, molinetes, rodillazos, ayudados por alto y por bajo-; ponía el pundonoroso diestro valenciano sentido lidiador y ligazón en el despliegue de cada suerte, pero las deslucía su falta de temple y volvió a matar de infamante bajonazo.

La banda, ya repuesta del hipo,acompañó la faena en su totalidad con renovados bríos, sin acusar para nada que se había pasado tocando las dos horas y media largas que duró la corrida. La resistencia física de los músicos era sorprendente. O antes de llegar se habían comido una paella fastuosa, o no se explica.

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