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Sencillez y emoción

Desde su creación, en enero de 1992, la Capilla Real de Madrid, con la inteligente dirección de Óscar Gershenshon (Buenos Aires, Argentina, 1955), ha desarrollado un trabajo callado, riguroso, tenaz y lleno de aciertos.Su pulso con una ópera escenificada no ha podido ser más afortunado. Dido y Eneas (1689), de Purcell, es una obra maestra, creada para un internado femenino, que requiere, por encima de todo, equilibrio contrastado en el tratamiento de las situaciones y emoción sostenida hasta llegar al maravilloso lamento con que dice adiós a la vida la protagonista.

Equilibrio y emoción, dentro de una sencillez que descartaba todo Io superfluo, es lo que irradió la versión de Gershenshon y la Capilla Real, con una orquesta de instrumentos originales llena de primorosos detalles en los acompañamientos, y un coro de cámara verdaderamente sensacional en su conjunción, afinación, expresión y delicadeza. Los solistas vocales contribuyeron a la fiesta musical con una actuación correcta y contenida. (Me refiero a la actuación previa en el Olivar del Castillejo la noche anterior al estreno oficial en el Festival de Almagro). Con representaciones como ésta, la ópera recupera uno de sus valores fundamentales: la intimidad musical en estado puro.

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