Dos caras
Poquitas personas se acercaron a escuchar a Ayub Ogada en la sala Clamores, de Madrid. Es una lástima que el interesante músico keniano pasara de incógnito. Su empeño en rodearse de instrumentistas para una secuencia final más bien mortecina contrastó con los minutos de ensueño de canciones como Obiero o Kothbiro, de su disco En mana kuoyo. Sentado, cantando la melodía en idioma luo, sobre un patrón rítmico a partir del punteo de las cuerdas del sorprendente nyatiti -pequeña lira africana-, y acompañándose de unas sonajas atadas a su pierna, creó un clima de belleza casi irreal. Con una voz cálida y envolvente. Ese Ayub Ogada es el que tiene ángel.
Babelia
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