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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Aznar, el nuclear

¿HAY ALGO en el mundo que hiciera imprescindible que el líder de la oposición española, José María Aznar, tomara partido en la controversia mundial que ha despertado la obstinación francesa en llevar a cabo una nueva serie de pruebas nucleares en el Pacífico y, además, que. lo hiciera en defensa de la decisión adoptada por el presidente, Chirac?Un político como Aznar, con serias posibilidades de ser el próximo presidente del Gobierno español, debiera ser capaz de expresar posturas razonadas y elocuentes sobre las grandes cuestiones internacionales. Sería preocupante que el líder popular careciera de punto de vista, que- estuviera tan ocupado en pensar en los accesos al palacio de la Moncloa que le pareciera irrelevante Mururoa y no hubiera localizado el atolón más nuclearizado del mundo en el atlas de la biblioteca de la calle de Génova. Pero no siempre es necesario opinar de todo, y conviene percatarse también de la opinión de los aliados naturales sobre asuntos concretos. Es hoy virtualmente imposible encontrar en Europa, las Américas o el Pacífico, a la derecha o a la izquierda, un solo país, un solo jefe de Gobierno o de Estado que respalde abiertamente la posición del presidente Chirac de seguir jugando con la fisión del átomo para mayor gloria de la grandeur francesa.

El canciller alemán,. Helmut Kohl, cristianodemócrata como gran parte del PP, ha amonestado públicamente a Chirac por su tozudez nuclear; el presidente italiano, Oscar Luigi Scalfaro, democristiano también, ha mostrado su malestar. Clinton, más moderado, dejó entrever su sorpresa; como también el británico John Major. Más allá de la cortesía entre líderes occidentales, el clamor es más elocuente. Australia, Nueva Zelanda, los Estados de la Micronesia y un ramillete de potencias intermedias, con Gobiernos de centro-derecha o centro-izquierda, han expresado su horror y abundado en la protesta pública.

Y va Aznar, visita a Chirac y, como quien hace un mutis agradecido al abandonar la escena, proclama su apoyo irrestricto a llenar de radiactividad unos islotes del Pacífico para que Francia pueda presumir de force de frappe y de soberanía nuclear. ¿Será ése el cambio que diseña para la política exterior española? ¿O ha querido simplemente agradecer a Chirac el distraído apoyo recibido en diversas ocasiones electorales españolas?

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Aznar debe de lamentar hoy su locuacidad parisiense. Porque Chirac puede tener motivos para lanzarse a tan condenable iniciativa. Pero el líder del PP no tenía ninguno para apoyarle. Difícilmente habría encontrado mejor ocasión de callarse.

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