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"Esto no es la NASA"

Un grupo de profesores y alumnos de la Politécnica crontrola un satélite desde un domicilio particular

Antonio Jiménez Barca

Si tuviera más medios, este grupo de profesores y alumnos de la Universidad Politécnica sería la NASA. Y si fueran la NASA, no necesitarían, por ejemplo, desenchufar la televisión cada vez que el UPM SAT-1, el primer satélite universitario español puesto en órbita, se acerca al extremo occidental de Europa y hay posibilidades de contactar. Tras idear, diseñar, construir el satélite durante cuatro años, y después de presenciar el lanzamiento, el pasado día 7 desde la Guayana francesa, ingenieros aeronáuticos y de telecomunicaciones de esta universidad logran, cada 12 horas, recibir el mensaje del vehículo espacial desde una casa particular. Lo del desenchufe es porque unas complicadas modificaciones en la antena pueden provocar que con el contacto con el UPM-SAT 1 se desbarate la tele.

Al principio, la estación de seguimiento se instaló en la Escuela de Ingenieros Aeronáuticos, en la Ciudad Universitaria, pero la inmensa cantidad de frecuencias que convergen en el faro de la Moncloa convierte el lugar en un laberinto de emisoras. Y la señal del pequeño satélite -pesa 47 kilos y mide 0,45 por 0,4-5 por 0,53- se perdía entre las conversaciones particulares de los dueños de teléfonos móviles, las consignas policiales o las charlas de los radioaficionados. Era, tal y como explica uno de los profesores, "intentar escuchar una hormiga dentro de una discoteca".

Indiferente al faro de la Moncloa, el satélite seguía dando vueltas a la Tierra a una velocidad de 500 kilómetros por minuto, y el equipo improvisó una solución de emergencia: coger lo esencial de la "estación de seguimiento" e instalarla en el ático de la casa de uno de los profesores, a las afueras de Madrid. Un experto en comunicaciones trepó al tejado de la casa y colocó la antena especial; los encargados de la informática adaptaron los programas, todos cruzaron los dedos, esperaron a que el satélite pasara por la zona de contacto procedente de África y ... ¡eureka!: con dos ordenadores, un módem, un escáner, una emisora "de ambulancia" una antena especial y rotatoria y una cantidad enorme de inteligencia y trabajo, este equipo logra que en el ático suene algo así como un biiiiiip emitido desde los 650 kilómetros de altura.

La información que manda ahora el satélite es, esencialmente, sobre sí mismo. Por el momento, se trata de comprobar su desarrollo. Tiempo habrá, de experimentar en los dos años que le quedan aún de vida operativa. Mientras tanto, cada 12 horas, un reducido equipo de ingenieros se desplaza, día y noche, a la base del ático. Lo importante es que el UPM-SAT 1 no esté solo cuando pase cerca de nuestro cielo y envíe un mensaje.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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