Javier Marías y el jurado
El alegato de Javier Marías contra la ley del jurado me hace concluir dos cosas: que no quiere participar en un jurado y que el día que oyó a Teresa Fernández de la Vega en la radio estaba (Marías) de mal humor. Quizá había trasnochado. Me hace gracia, porque eso me ocurre a mí hoy, el artículo me deja con la impresión de que Marías escribe bien, pero argumenta con más efecto que consistencia.A mí también me desasosiega un poco la posibilidad de que me toque participar en un jurado, pero no pretendo constuir derechos fundamentales que me amparen frente a lo que me fastidia o me enoja. No daría abasto. Por ejemplo, me fastidia la agresividad con que Javier intenta dar a sus emociones ("me disgustaría intervenir en un jurado y no me gusta cómo habla esta señora") una apariencia de racionalidad.
El mal humor de Marías se advierte en la bronca que nos echa a los lectores de periódicos porque sospecha (justamente) que no recordamos su artículo anterior sobre esté asunto y en la irritación que le producen las razones de Teresa Fernández. Hombre, es verdad que lo del honor se puede entender de muchas formas, pero no parece una trivialidad ofensiva y un desprecio al ciudadano. Es difícil negar que participar en la decisión de un tribunal supone ejercer una parte de un poder real, porque el poder se manifiesta en casos concretos. Y eso otro que fastidia a Marías ("cualquier ciudadano está en condiciones") no me parece jactancia, sino un intento de tranquilizar a personas a las que inquiete tamaña responsabilidad.
Desde luego, a mí también me gustaría participar en otras formas de poder: la decisión de un banco sobre un crédito o tener a mi disposición una pagina impar de EL PAÍS. Pero, al contrario que Javier Marías, no creo que hacer de bombero un día, patrullar la calle de uniforme o pasar consulta psicológica en una clínica sean formas de ejercicio de poder. Claro está que mi experiencia es limitada y me conformo con cualquier migaja.
También hace volatines Marías cuando, con un razonamiento digno de una chica pija en un debate escolar, razona sobre su posible desacuerdo con leyes pintorescas y otras que recogen valores discutibles o hipócritas, pero el jurado que defiende Teresa Fernández se aplicará en España y a delitos sobre cuya persecución parece haber un consenso razonable: el homicidio, la prevaricación de funcionario público o el incendio forestal.
Al final, junto con las dos razones profundas y muy respetables de Marías ("a mí que no me fastidien" y el malhumor mañanero), aparece en su artículo una tercera: "Yo ya pago ese servicio", igualmente atendible. Yo también creo que la Administración de justicia debe ser un servicio público. Pero a veces me gusta pensar que, además de cliente, también soy ciudadano y puedo participar en alguna cosilla...- Madrid.
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