Escobar barre en Vallecas
Más de 2.000 vallecanos corean los triunfos eternos del embajador del 'Pórompompero'
Un escenario inmenso con micrófonos, el sonido de una gran 'batería y los focos apagados anuncian la culminación de las fiestas de la Virgen del Carmen en Vallecas. La plaza polvorienta en la confluencia de las calles de Buenos Aires y Río Grande está llena de gente. Los asistentes se animan con un ritmo mezclado entre música pop y caribeña de Código 10. El grupo se contenta, para moverse modestamente, con unas tablas mucho más pequeñas. En el puesto de la Casa de Andalucía, las futuras estrellas del flamenco, entre seis y 15 años, no se distraen por la música que entra en la carpa. Sólo parecen oír los ritmos sureños de su casete mientras bailan con caras muy serias.Justo cuando el chiringuito montado por uno de los múltiples partidos políticos con sede en el barrio se queda oscuro, por un caída de los plomos o bien por un cruce de cables, se encienden las luces en el escenario principal. Son las 23.40 del viernes. Manolo Escobar, el símbolo del canto popular de las últimas décadas, empieza su actuación con un popurrí de tangos argentinos.
"Mi Buenos Aires querido", canta Escobar en honor al nombre de la plaza donde se celebró la fiesta. Manolo Escobar es recibido con un fuerte aplauso y los fans vallecanos que hasta esa hora estaban tomándose su vinito, sentados en la mesa, se ponen de pie. Luego siguen canciones conocidas y menos conocidas, como el casi obligatorio España huele a pueblo, Háblame del mar, marinero, o Cocido madrileño. Más tarde rescata las canciones al amor que permiten enésimas variaciones: la del amor sincero del "te quiero porque te quiero", del amor que no pudo ser porque "tú te has casado con otro", a pesar de los sueños de juventud de "cuando tengamos un hijo", hasta el desencanto del "bien pagá fuiste, mujer". Según el tipo de música aparecen dos cantantes, tipo modelos, con vestidos rojos apretados, o bailarinas de sevillanas con faldas de múltiples colores.
El público hace de coro en las estrofas más conocidas. El abuelo baila con la nieta, la señora mayor con su vecina, el marido con su mujer y los que están sin pareja dan pasos de sevillanas. Los balcones de las casas que dan a la plaza se llenan de gente bailando.
Beatriz, limpiadora, de 62 años, vallecana de toda su vida, está encantada con la actuación: "Es la primera vez que veo en vivo a Manolo Escobar y he venido especialmente por él. Me gusta muchísirno". Expresa lo que muchos de los que han venido sienten. "Tengo todos sus discos en casa. Sé casi todas sus canciones de memoria", dice Esther, de 64 años. Como para dar una prueba de su repertorio, acompaña al cantante: "Sólo te pido que hagas la vida agradable".
Hay otros que asisten más bien por fidelidad a las fiestas. "Venimos todos los años, da igual quien cante. Igual nos divertimos con la música heavy", dice Paloma, de 20 años. Ella y su amiga Mercedes acaban de aprobar la selectividad para entrar a la Universidad y lo están celebrando. A Manolo Escobar le conocen por la radio y se mueven con los ritmos conocidos. No faltan los muchachos, más o menos de la misma edad, que, por haber vaciado más de un mini de cerveza, ya no siguen muy bien por donde va la música. Sin embargo, acuden con un fuerte "olé" de vez en cuando. Al lado de la plaza, los más pequeños se divierten con la atracción del carrusel modelo pulpo o piden a sus padres que les compren palomitas. Ahí nadie presta mayor atención al espectáculo.
Tampoco faltan voces críticas acerca del concierto, como la de José, un empleado de banco, de 40 años. Tira la cerveza en uno de los chiringuitos. "A mí Escobar nunca me ha gustado. No sabe cantar. Se ha hecho famoso con el franquismo, porque no había otro", dice.
Pero esa noche no se habla de política en Vallecas. La gente ha venido para ver a los amigos, tomar cerveza o vino, bailar y cantar. Y cuando, Manolo Escobar por fin canta La minifalda, Mi carro y el Porompompero, todos están contentos.
A la 1.20 del sábado se apagan los focos del escenario otra vez, y la música de Código 10 acompaña a los que todavía no quieren irse a casa.
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