La mano de botero
¡Qué hermosura esa mano de Botero surgiendo gordezuela y juguetona del césped de un parterre frente al Museo de Ciencias Naturales!La extraordinaria movilidad del dedo pulgar, que es precisamente lo que distingue la Mano del hombre de, la de los animales inferiores, va a cambiar por completo el paisaje urbano de lo que antaño eran los Altos del Hipódromo.
El ademán airoso y grácil de todo ese conjunto de dedos tan singular, tan bellamente tallado, es un regalo inapreciable para esta ciudad tan necesitada de manos. Yo me quedaba anteayer extasiado con esa mano, símbolo universal de todas las manos, extasiado digo, pensando en otras manos aureoladas de fama, que ocupan, acaso inmerecidamente, un lugar en la historia del arte. Esa mano moderna, suavemente hinchada, cuyas soberbias redondeces sugieren paraísos de placer tropical, lánguidos atardeceres caríbeños y dulces horas de discreto onanismo. Ante esa mano, digo, uno puede soñar en medio del insoportable tráfico de la Castellana olvidando otras manos que han ocupado hasta hoy nuestra memoria.
La mano de Botero ha borrado en la mía, desde el mismo momento en que la he visto en su acertadísimo emplazamiento, las de Miguel Ángel, por ejemplo. ¿Quién recordará la mano de Lorenzo, duque de Urbino, en su grandilocuente sepulcro de Florencia? La nuestra, la de. Botero en la Castellana, ésa es una mano.
Es cierto que la del Salvador, tendida lánguidamente en lo alto de la. Capilla Sixtina, es de una gran belleza, pero, a fin de cuentas, es una mano pintada, y uno la ve sobre todo en reproducciones.
Pero la aponeurosis palmar que sigue a ese arco fibroso transversal, el ligamento anular anterior y las eminencias tenar e hipotenar de la mano, de Botero, eso es definitivo, para siempre.
Fíjense cuando pasen en dirección plaza de Castilla en las rayas de la palma, que sirven de fundamento a la quiromancia. En la mano de Botero hay todo un tratado quirológico, seriamente documentado, que se da por añadidura al puro placer estético. Y luego, entre las cuatro cabezas metacarpianas, pueden verse tres pequeñas y suaves eminencia . s, que son producidas en realidad por cojinetes adiposos. Esto se ve mejor en dirección Ríos Rosas. Estas aponeurosis son la apoteosis de la escultura. Gracias, Botero.
La tabaquera anatómica es el nombre que se da a una depresión que existe en el dorso de la parte alta del pulgar; en la mano de Botero, esta tabaquera llega al borde de lo sublime. Nunca se había tallado una tabaquera así. Ni la de la estanquera de Vallecas ni la de Carmen la cigarrera soñaron jamás con ser una tabaquera anatómica de tal perfección.
En manos crecidas entre delicadezas y suavidades, podemos adivinar una nostalgia, un desvanecimiento, acaso una debilidad congénita. En la de Botero vemos, además de la fuerza indómita del Caribe, la mano del pueblo, recia y trabajadora, la mano del jornalero, la del automovilista, la del dependiente de El Corte Inglés y la del funcionario del Ministerio de la Vivienda.
Y esto es sólo la mano. Imagínense ustedes cómo será el resto del individuo que está dentro. De6ajo de la fuente.
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