La necesaria solución para Argelia
¿Va, por fin, a prevalecer la razón en Argelia? Desde hace algunas semanas parecen desarrollarse contactos serios y prometedores entre los diversos protagonistas del drama argelino. En los últimos días, el jefe del Estado, Liamin Zerual, ha declarado que la Vía de las conversaciones está abierta, aunque la lucha contra el terrorismo debe continuar. Los militares, el FIS y los partidos políticos parecen ahora compartir la convicción de que la única salida para volver a abrir el proceso de democratización del sistema político es la de las mutuas concesiones, pues Argelia vive desde 1962 una situación de bloqueo que es consecuencia de una. dinámica de represión y violencia. No obstante, a lo largo de este año dos propuestas han tomado cuerpo y compiten por aportar una salida a la crisis. Ambas constituyen proyectos políticos que han emergido como opuestos, uno del poder y otro de la oposición, que requieren un análisis profundo e interconectado.El 13 de enero de 1995, los partidos políticos argelinos firmaron en Roma una declaración de principios, a manera de contrato nacional, en el que se propone "organizar colectivamente con el poder un periodo de transición que desembocaría en unas elecciones, libres y pluralistas" en un marco de garantías democráticas, previa rehabilitación del FIS.
La Plataforma de Roma la firmaron los partidos más representativos de la oposición argelina de acuerdo con los resultados electorales de diciembre de 1991, única referencia posible para detectar el índice de representatividad de los distintos partidos en liza. El FIS fue el ganador de los comicios y, por tanto, tiene una legitimidad popular incontestable; el FLN representa al antiguo partido único y, por tanto, cuenta con la experiencia del Estado, y el FFS, si bien su implantación difícilmente supera el ámbito bereber y de Argel capital, tiene un gran valor cualitativo y simbólico en la escena política argelina. El Nahda es un partido islamista legal que puede desempeñar un papel de intermediación entre el FIS y el poder.
De este proyecto político hay que resaltar, por un lado, que constituye por primera vez una iniciativa conjunta de la oposición que ha logrado pervivir a pesar de agrupar formaciones políticas muy dispares (islamistas, socialdemócratas, laicos...); por otro, que es una iniciativa de consenso hasta ahora también inexistente en. la historia institucional de Argelia, y por último, aunque no menos importante, que en dicho documento se considera que el poder actual es un actor insoslayable para la solución de la crisis.
La reacción del poder a esta iniciativa fue la de considerarla como un "no acontecimiento" a la vez que se 1 e oponían dos respuestas gubernamentales. De un lado, se seguía apostando por la solución militarista defendida por el grupo dominante en el poder, y por otro, emergía una respuesta política oficial basada en la celebración de elecciones presidenciales.
La fórmula de diálogo ofrecida por el Gobierno a la oposición para organizar dichos comicios hasta ahora ha mostrado una comprensión del conflicto muy diferente de la plasmada por los firmantes de la Plataforma de Roma. Desde el poder se tiende. a reducir el conflicto a un problema de terrorismo que se identifica monolíticamente con el islamismo y, por tanto, la concepción del cese de la violencia es muy distinta desde un lado y otro. Las autoridades argelinas exigen que el FIS condene previamente todo tipo de violencia, de la que le hacen culpable, sin ofrecer claramente nada a cambio, en tanto que en la plataforma el punto central es la rehabilitación del FIS, momento a partir del cual se daría simultáneamente su condena de la violencia terrorista a la vez que el poder tendría que poner fin a la represión indiscriminada que está llevando a cabo.
Con respecto a la respuesta militarista frente al islamismo, hay que decir que ésta no representa ninguna solución de futuro y que, antes bien, constituye un callejón sin salida que reproduce una situación de guerra civil y pone en peligro la estabilidad propia y regional. El progresivo deterioro que padecen la población y las instituciones muestra que por esta vía sólo se avanza hacia el colapso del Estado y de la sociedad argelina.
En lo que concierne a la respuesta política oficial, aparentemente todo parece mostrar que no existe diferencia con las anteriores fórmulas de diálogo puestas en práctica por el poder desde 1993, las cuales fueron subterfugios para ganar tiempo, intentos de dar apariencia legal a las instituciones creadas tras el golpe de 1992 y acciones de maquillaje ante el exterior.
Sin embargo, actualmente cabe preguntarse si, en efecto, con las elecciones presidenciales sólo se busca hacer otra operación más de maquillaje que permita al poder ganar tiempo o si la estrategia de las elecciones presidenciales es una perspectiva potencialmente alternativa a la respuesta militarista.
En el primer caso, al igual que la solución militarista, las elecciones no tendrían ningún valor positivo porque no representarían ninguna legitimidad renovada, cuando en el conflicto argelino reposa sobre todo una cuestión de legitimidad política y de renovación de las élites gobernantes.
Pero, en el segundo caso podríamos estar ante una situación de mayor alcance, respuesta, si no de todo el poder, de grupos que en su seno buscan una salida airosa que no deslegitime totalmente al poder actual y le permita crear escena política en la que se acabe proponiendo un marco de trabajo a todos los grupos, incluyendo a los firmantes de la Plataforma de Roma. ¿Un nuevo presidente civil de la república podría tener la tarea de potenciar ese escenario?
En ese sentido, el tapado, es decir la candidatura oficial a la presidencia, constituye uno de los elementos clave, dado que tendría que ser alguien que, sin ser un extraño al poder, transmita una indudable renovación.
Y en ese sentido, una vez más el carácter clónico y críptico del poder argelino hace muy difícil descodificar los entresijos de las relaciones de fuerzas en el seno de un poder militar que si bien actúa corporativamente no necesariamente es monolítico. Los contactos con los líderes del FIS Mandani y Banhadj en septiembre de 1994 y su traslado de la cárcel a residencia vigilada, si bien no tuvieron ninguna continuidad, como lo muestra el hecho de su vuelta a la cárcel, indicaban la existencia, de una cierta movilidad dentro del poder.
Por su parte, la oposición se enfrenta a la imperiosa necesidad de descodificar esta situación, dado que debe plantearse todos los posibles escenarios y calibrar su participación o no en las elecciones presidenciales; y éste es uno de los aspectos más complejos que se viven hoy día en la escena política argelina, saber si existe una estrategia de apertura en el poder y, en tal caso, dilucidar quiénes la impulsan, cómo la podrían llevar hacia delante y con el fin de establecer qué transición política.
Dicho de otra manera, al igual que es absurdo que el poder argelino rechace cualquier solución porque no es impuesta por él mismo y porque los islamistas se encuentran asociados a ella, la oposición mostraría una grave inmadurez si a su vez rechaza las elecciones presidenciales por el solo motivo de que son propuestas por el poder actual.
Pues lo que cuenta. en este país ensangrentado es la puesta en marcha de un diálogo político basado en el respeto de la democratización, la lucha contra todos los terrorismos (el que viene del islamismo radical y el que viene de los militares) y el consenso nacional político para un plan, desalvación económico.
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