La siesta
En el Talmud el sueño aparece equipo al resto de los orificios corporales por los que se evacuan los humores superfluos o las impurezas que el alma no ha sido capaz de digerir. Se trata, pues, de un agujero sin localización que puede obstruirse, igual que el sumidero de la bañera cuando pierdes más pelos de los que es capaz de absorber. Por eso, cuando los individuos o los países no duermen bien, o no sueñan bastante, amanecen con la mirada tan turbia como las aguas de un lavabo atascado. Se puede vivir así, aunque una obstrucción muy prolongada produce halitosis y multitud de trastornos de carácter.Así que el sueño es un desagüe; quién lo iba a decir. Cuando cerramos los ojos, se abre una sentina invisible por la que desaparecen, en torbellino, las aguas inmundas de una digestión que sin saberlo hemos estado haciendo durante la vigilia. Esa melena, o esos labios que en el momento mismo de dormirnos resbalaban por las paredes de a conciencia, se dirigían en realidad a unas cloacas inmateriales de las que, con suerte, no regresarán. Muchas de- las cosas que nos parecían deseables mientras permanecíamos despiertos no nos hacían ningún bien, por eso flotan ahora brevemente, como pedazos de grasa sin digerir, en medio de las aguas residuales del sueño, antes de desaparecer por un aliviadero. Allá van conversaciones, gestos, rostros, promesas, rencores, mentiras podridas y verdades servidas fuera de estación e inmaduras por tanto.
Cuando los individuos o los países no duermen bien, o no suenan bastante, se levantan con la mirada turbia de Felipe González y no encuentran la paz en nada, ni siquiera en presidir la Unión Europea. Y es que no se puede vivir tranquilo con las cloacas a punto de inundarlo todo. A lo mejor, lo que este país necesita es una siesta.
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