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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Major sigue

EL PRIMER ministro británico, John Major, seguirá siendo, de momento, primer ministro. La apuesta que había hecho contra sí mismo, poniendo en juego el liderazgo del partido conservador y, con ello, la jefatura del Gobierno del Reino Unido, le ha salido aceptablemente bien. Con el apoyo de 218 parlamentarios conservadores, contra 89 de su rival, el ultraliberal y euroescéptico John Redwood, supera los obstáculos reglamentarios para su elección en la primera vuelta. Rebasa claramente la mayoría absoluta de 166 y le saca bastante más del 15% de votos de diferencia a su único rival, como exigen las normas de la casa conservadora. Pero ¿significa esto que su victoria le consolida hasta el término de su mandato en 1997 como primer ministro?Su victoria ha sido suficiente; no aplastante. Entre votos negativos y abstenciones, los que no querían que MaJor siguiera en el cargo han reunido casi un centenar de voluntades. Y se calculaba que a partir de los 110. sufragios negativos o neutrales, Major, aun ganando numéricamente, quedaba seriamente tocado para el futuro. Con este resultado, el primer ministro se salva también en gran parte porque el partido laborista lleva una ventaja de hasta 30 puntos en las encuestas y ninguno de los pesos pesados tories, ni el presunto europeísta Michael Heseltine por la izquierda ni Michael Portillo por la derecha thatcherista, tenía especial interés en presentarse para que luego le barriera la oposición en unas elecciones que habrían sido, entonces, necesariamente anticipadas.

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Tal como quedan las cosas, la votación conservadora muestra un raro equilibrio. Es un ni sí, ni no, sino todo lo contrario. Major sigue, pero no despeja inquietudes entre el ala antieuropea de su partido que, con este resultado, no le va a considerar ahora ni más ni menos legitimado, que antes de ser ratificado en el cargo; ningún barón tory, por acción en el caso de John Redwood, ni por omisión, en el de los que no osaron presentarse, recibe indicación alguna de que el partido les aprecie como eventuales sustitutos; y de esta suerte, la gobernación del Reino Unido sigue en el estado de suspensión en que se encontraba antes de que Major asumiera el reto de exigir el voto interno en el partido. No gusta demasiado Major, pero se prefiere que continúe porque no hay nada mejor a disposición o porque no se quiere gastar pólvora en salvas. Esto, es lo que la votación de ayer en el partido conservador parece querer decir.

A mayor abundamiento, esta sibilina aritmética conservadora tampoco va a permitir saber quién es de verdad John Major. A falta de la victoria arrolladora con la que contaba, el primer ministro británico seguirá buscando la salud política en un centro izquierda de su partido, de características siempre indefinidas, en el que su imagen no resulta del todo europea, pero tampoco osa dejar completamente de parecerlo; en el que no se atreve a ser social, pero se mantiene cuidadosamente alejado del ultraliberalismo de la derecha conservadora.

Habrá que esperar, por tanto, algún tiempo para saber si Londres se resigna a la adopción de la moneda única europea o si va a echar mano del opting-out, cláusula de escapatoria, cuando llegue el momento de instaurar algún tipo de ecu.

Todo ello no es bueno para la Unión Europea. Porque la lucha en el partido conservador entre quienes tienen ciertas reservas y quienes son enemigos incondicionales del proyecto europeo sigue sin decidirse. Y porque esta inestabilidad de criterio continuará mientras no haya elecciones generales con resultado de un Gobierno estable.

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